Mi apreciadísimo Nigel Rickembacker dejó escritas, dentro de su famosa "Notas desde la cárcel del castillo", una serie de cartas a su Mary Blackstone-Helix. Hoy he leído una de ellas y me ha apetecido colgarla aquí, compartirla.
Querida Mary:
Anoche soñé con rozar
tu cuerpo, con poder estar echados los dos en la misma cama pequeña,
con poder acariciarte el pelo con tranquilidad, con darte besos y
meterte mano, con decirnos hola muchas veces, con no decirnos adiós,
con mirarte a los ojos y notar que me quieres, con lamer tu cuerpo
con parsimonia, con cogerte las manos y notar que encajan, con
acariciarte sin tocarte y tocándote, con buscarte la boca, con
morderte el lóbulo, con morderte el culo, con besarte en el cuello y
con rodearte constantemente entre mis brazos, soñaba con decir 25
veces te quiero y ninguna no te marches, con taparnos con una manta
grande, con acariciarte la garganta, con quemar leche y hierbas en
una cacerola, con cantarte canciones al oído, con llorar poco y reír
mucho, con pasear, con abrirte la puerta y presentarte a mi casa, con
decirte los sitios que me gustan de esta ciudad, con sacar unas
sábanas nuevas para ti, con beber de la misma botella de cerveza,
con invitarte a un pincho con jalapeños y besos, con hacer café con
leche, con decir “aquí te llamé aquel día”, con marcar con mi
dedo la línea de tus cejas, con morderte el papo e imitar con mis
besos el sonido del helicóptero, con que arreglases mi planeta
narajana, con escuchar juntos todos los discos, con ir a un
concierto, con encontrar nuevos bares, con mirarte y comprendernos,
con no ser insistente, con ser sistente, con dejarte mis zapatillas y
mi pasta de dientes, con verte hacer un moño y tratar de ocultar tus
ojeras, con tapar tus ojos con un antifaz y dejarte protestar, con
hacerte reír de la manera que tú sabes, con decir tu nombre en alto
y oír “¿sí?” a escasos centímetros, con notar que me
acaricias las canas, con permitir que te tapes la boca cuando te digo
algo bonito, con llamarte mil cosas bonitas, con que vuelvas a
apreciar mi coche limpio y las letras de mi pecho, con no correr, con
no tener prisa, con no pensar, con no hablar, con mirar, con tocar,
con sentir, con saborear, con imaginar, con planear, con discutir y
con amar, con llevarte en el asiento del copiloto, con darte la hora,
con buscar una pensión a altas horas, con haberla reservado ya, con
no tener donde dormir, con no querer dormir, con destrozar tortillas
y desvirgar panderetas, con darle plantón a todo el mundo menos a
ti, con no saber si hago bien pidiéndote que te quedes, con esperar
que sí, con desear que sí, con regalarte un príncipe pequeño y un
libro de magia y una chapa, con afeitarme y quedarme igual, con
entrar en tu cabeza y arrancar malas ideas, con saber que contigo me
importa un carajo mañana, con importarme mañana sólo por ti, con
verte amanecer, con decirte que si quieres despertar conmigo, con
invitarte a vermú, con razonar a medias con los
camareros, con perder un tren y encontrar un camión, con recordar lo
que me dijiste una noche de verano, con verte sonreír. Con verte
sonreírme. Soñé y sueño. Estoy bien. Quiero que tú también. Te
quiero.