Dos destinos en dos
meses, así funciona la vida del interino errante. Y lo cojonudo es
que no me puedo quejar mucho porque tengo unos cuantos amigos que
están todavía esperando que les llamen para trabajar y quienes,
cada vez que les pregunto, no me dicen otra cosa que “veo jodido
que me llamen este curso”. Y hablo de gente que el curso pasado por
estas fechas ya estaba currando a todo trapo. Menuda puta mierda.
Menuda puta mierda para todos, porque lo cierto es que está todo
cristo de mal café con los putos recortes y con las mamonadas que,
además y por si fuera poco, pone encima de la mesa nuestra querida y
muy putísima administración. Quiero que quede constancia aquí de
que los mismos señores que han decidido dejar sin trabajo a miles de
profesores mediante el aumento de horas lectivas de unos cuantos
miles más y el hacinamiento de muchos chavales en clases en las que,
si te descuidas, te quedas pajarito por el frío, ahora tienen el
valor de pedir a los que tienen la suerte de estar trabajando que se
preocupen por elevar los estándares de calidad (o sea, los aprobados
en este puto mundo de signo y símbolo) con planes ridículos que
nadie sabe si quiere (o puede) poner en práctica.
Hay que ser muy caradura
para pretender que los mismos a los que te dedicas a joder por activa
y por pasiva encima te hagan quedar bien delante de los demás, en
este caso los padres y esa señora “la sociedad en general”
que nadie sabe quién es y que pordiosyporlavirgen espero que no esté
representada por los tertulianos y tertulianas de cadenas como
Intereconomy o
I see13, porque si es así entonces yo mejor emigro a un sitio
más digno como la frontera entre Uganda y la República Democrática
del Congo: ahí por lo menos sabes que el que viene enfrente te
quiere matar, y punto. Una vida más sencilla y sin tener que
aguantar las gilipolleces en la tele y luego oírlas en los bares.
Eso sí, puede que una vida más corta. O no. O qué sé yo. En todo
caso, ay del profesor o profesora a quien se le ocurra cavar su
propia tumba elevando el nivel de aprobados para que luego los amigos
de la consejería quieran demostrar que la calidad no baja con los
recortes.
Pero bueno, aparte de
esto que me come la moral, llevo como digo dos destinos ya y dos
poblaciones distintas. Ahora estoy en un pueblo galletero y antes no.
Ya me he encontrado con algumnos (algunos alumnos, estoy en
plan neolengua) hijosdeputa, algumnos que merecen un regalo y una
gran proporción de seres por los que siento una sutil indiferencia y
cuyos nombres me costará muchos menos olvidar que aprender (eso si
llego a las sesiones de evaluación y cuando digan “fulanito de
tal” sé a quién se refieren sin tener que mirar la libreta con
las puñeteras fotitos, más sobada ya que un Interviú en la
habitación de un adolescente de los 90). Pero es que esto es así y,
aparte de que mi memoria sólo vale para lo que vale, son muchos y
todos con nombres muy parecidos, joder. No todo va a ser culpa mía.
Pero bueno, quizás por
tener que aprenderme tantos nombres no he podido volver a escribir
desde finales de octubre, y la verdad es que han pasado muchas cosas
que vienen a ser muestra (parcial y unilateral, como siempre), de la
vida de un interino errante (yo, el resto que escriban lo suyo si les
parece).
Sí, en este tiempo me he
aficionado a los yogures delicatessen y los he comido compartidos y
solo. Compartidos saben mejor aunque te toque menos, eso creo. Tal
vez un día escriba sobre cómo la comida sabe mejor si la comes con
quien la quieres comer, o si la compartes con quien la quieres
compartir, o si te la prepara quien quieres que te la prepare; en los
dos primeros casos yo estoy completamente de acuerdo, en el tercero
me da un poco igual porque con mi cocina de combate voy que chuto y
sé que da pa sobrevivir, tanto uno como dos comensales, e incluso se
puede hasta coger alguna lorza. Pero sí, me encantan los yogures con
mermelada de frutas y el queso rebañado, mejor si es de la zona o de
cerca. Lo mismo me pasa con las tortillas a cuatro manos o las mahous
de cinco estrellas de lata compartida, o las cervezas artesanales o
los turrones de chocolate que parecen crunch. El pan de molde que
abraza unas lonchas de pavo con mayonesa y alguna hoja de lechuga,
las sopas de ajo sosas y apañadas en el último momento, las
croquetas novedosas o los postres del norte que se venden como si
fueran de aquí. Los paseos al frío y la búsqueda incesante de los
guantes que nunca están, aunque se les espera; la velita que supera
a la lámpara en luz tenue y duración, logrando que se vea lo justo
pero suficiente para no tener que andar a tientas; las duchas que
rebosan porque aparte de jabón se reparten besos entre las cortinas;
las sábanas que no se quieren lavar porque han descubierto que
prefieren mantener el olor hasta que vuelvas; las habitaciones de
hotel que te piden a gritos que te quedes pero cuyos gestores se
niegan a complacer, llamándote a las doce menos cinco para que
ahueques o pagues otra noche; los pinchos de regalo y las sopas de
marisco en taza de barro que saben a gloria porque también cubren el
sabor de alguna lágrima que no deberías haber dejado escaparse; los
muros de piedra robusta que no dejan salir a la calle los ruidos de
la risa y la conversación y todas las demás cosas buenas y al mismo
tiempo medio bloquean las radiaciones no ionizantes de un teléfono
móvil (o dos) que mejor estaba(n) en otra parte; el primer cajón de
una mesita que se deja manipular para una función bien distinta a
aquélla para la que fue concebido y que siempre lo hace bien, y que
como recompensa tarda en volver a su función original porque ésta
última le gusta más; las llegadas apresuradas a las estaciones; lo
que se puede hacer en una autovía de noche si nadie mira y lo que se
puede dejar de hacer si te lo pide quien te lo tiene que pedir,
aunque quizás sea para hacer otra cosa similar aunque en distinto
formato. Reconozco que ahora soy fan de las siestas en las que no se
duerme y muy antifan de las noches en las que sólo duerme una mitad,
mientras la otra taladra el cerebro con nervios o miedos o dolores.
Ya ahora sé que no quiero más mitades de noches, sino mitades de
bocadillos, de cervezas o de pizzas. He oído lo que más quería y
lo que más temía, todo saliendo de la misma boca y del mismo lugar
donde se gestan esos besos cuya falta me hace temblar cada noche.
Ahora me acompaña una muñeca rusa y hasta me he comprado un cuadro
para una habitación que está por construir. Fumo lo mismo, fumo
menos y fumo más, a veces incluso tabaco para nenas, pero siempre lo
mismo, menos o más en función de la hora del día, o de la noche, o
de la tarde o de la mañana o de la madrugada. Leo a menudo que fumar
mata, pero pienso que mata lento, te da hasta tregua y te permite
retirarte con dignidad, si quieres. Pero otras veces sabes que ni
quieres tregua ni quieres retirarte, y te da igual la dignidad porque
piensas que se la inventó uno que no quería reconocer que amaba o
que odiaba o que, simplemente, sentía. Nadie dijo que esto fueran
escritos de un interino errante digno, sino sólo de un interino
errante.
He leído también a
Auster, a Kundera y a Miller, a Steinbeck y a uno con seudónimo, a
Anaïs Nin, a Tomeo y a Wodehouse. Va a parecer que sé de lo que
hablo. He leído algunas cartas que me han hecho reír por algunas
similitudes con mis cartas, y he leído otra que jamás quiero
escribir, por preciosa que me parezca en frases de otro y para otra.
He visto películas musicales japonesas que me han encantado y jamás
se me olvidará una malísima sobre la Atlántida que (no) vi durante
tres pases en una de las mejores tardes de mi vida. Quiero ver todas
las películas malas del mundo si son para tardes como esa. Quiero ir
a todos los conciertos de canciones larguísimas y cortísimas si
puedo comer huevos rebozados antes y probar tortillas a la mañana
siguiente, o si me dejan buscar chuletillas de cordero donde pienso
que no hay.
Todas estas cosas me han
estado pasando y otras muchas se me han estado pasando por la cabeza.
Y lo seguirán haciendo, y quiero que lo sepa todo el mundo. Son para
bien, y para ella, como las canciones que hace tiempo que no pongo.
Esta vez el título lo he
decidido al final :)
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