¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

martes, 11 de diciembre de 2012

Cada día y cada día más

Dos destinos en dos meses, así funciona la vida del interino errante. Y lo cojonudo es que no me puedo quejar mucho porque tengo unos cuantos amigos que están todavía esperando que les llamen para trabajar y quienes, cada vez que les pregunto, no me dicen otra cosa que “veo jodido que me llamen este curso”. Y hablo de gente que el curso pasado por estas fechas ya estaba currando a todo trapo. Menuda puta mierda. Menuda puta mierda para todos, porque lo cierto es que está todo cristo de mal café con los putos recortes y con las mamonadas que, además y por si fuera poco, pone encima de la mesa nuestra querida y muy putísima administración. Quiero que quede constancia aquí de que los mismos señores que han decidido dejar sin trabajo a miles de profesores mediante el aumento de horas lectivas de unos cuantos miles más y el hacinamiento de muchos chavales en clases en las que, si te descuidas, te quedas pajarito por el frío, ahora tienen el valor de pedir a los que tienen la suerte de estar trabajando que se preocupen por elevar los estándares de calidad (o sea, los aprobados en este puto mundo de signo y símbolo) con planes ridículos que nadie sabe si quiere (o puede) poner en práctica.

Hay que ser muy caradura para pretender que los mismos a los que te dedicas a joder por activa y por pasiva encima te hagan quedar bien delante de los demás, en este caso los padres y esa señora “la sociedad en general” que nadie sabe quién es y que pordiosyporlavirgen espero que no esté representada por los tertulianos y tertulianas de cadenas como Intereconomy o I see13, porque si es así entonces yo mejor emigro a un sitio más digno como la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo: ahí por lo menos sabes que el que viene enfrente te quiere matar, y punto. Una vida más sencilla y sin tener que aguantar las gilipolleces en la tele y luego oírlas en los bares. Eso sí, puede que una vida más corta. O no. O qué sé yo. En todo caso, ay del profesor o profesora a quien se le ocurra cavar su propia tumba elevando el nivel de aprobados para que luego los amigos de la consejería quieran demostrar que la calidad no baja con los recortes.

Pero bueno, aparte de esto que me come la moral, llevo como digo dos destinos ya y dos poblaciones distintas. Ahora estoy en un pueblo galletero y antes no. Ya me he encontrado con algumnos (algunos alumnos, estoy en plan neolengua) hijosdeputa, algumnos que merecen un regalo y una gran proporción de seres por los que siento una sutil indiferencia y cuyos nombres me costará muchos menos olvidar que aprender (eso si llego a las sesiones de evaluación y cuando digan “fulanito de tal” sé a quién se refieren sin tener que mirar la libreta con las puñeteras fotitos, más sobada ya que un Interviú en la habitación de un adolescente de los 90). Pero es que esto es así y, aparte de que mi memoria sólo vale para lo que vale, son muchos y todos con nombres muy parecidos, joder. No todo va a ser culpa mía.

Pero bueno, quizás por tener que aprenderme tantos nombres no he podido volver a escribir desde finales de octubre, y la verdad es que han pasado muchas cosas que vienen a ser muestra (parcial y unilateral, como siempre), de la vida de un interino errante (yo, el resto que escriban lo suyo si les parece).

Sí, en este tiempo me he aficionado a los yogures delicatessen y los he comido compartidos y solo. Compartidos saben mejor aunque te toque menos, eso creo. Tal vez un día escriba sobre cómo la comida sabe mejor si la comes con quien la quieres comer, o si la compartes con quien la quieres compartir, o si te la prepara quien quieres que te la prepare; en los dos primeros casos yo estoy completamente de acuerdo, en el tercero me da un poco igual porque con mi cocina de combate voy que chuto y sé que da pa sobrevivir, tanto uno como dos comensales, e incluso se puede hasta coger alguna lorza. Pero sí, me encantan los yogures con mermelada de frutas y el queso rebañado, mejor si es de la zona o de cerca. Lo mismo me pasa con las tortillas a cuatro manos o las mahous de cinco estrellas de lata compartida, o las cervezas artesanales o los turrones de chocolate que parecen crunch. El pan de molde que abraza unas lonchas de pavo con mayonesa y alguna hoja de lechuga, las sopas de ajo sosas y apañadas en el último momento, las croquetas novedosas o los postres del norte que se venden como si fueran de aquí. Los paseos al frío y la búsqueda incesante de los guantes que nunca están, aunque se les espera; la velita que supera a la lámpara en luz tenue y duración, logrando que se vea lo justo pero suficiente para no tener que andar a tientas; las duchas que rebosan porque aparte de jabón se reparten besos entre las cortinas; las sábanas que no se quieren lavar porque han descubierto que prefieren mantener el olor hasta que vuelvas; las habitaciones de hotel que te piden a gritos que te quedes pero cuyos gestores se niegan a complacer, llamándote a las doce menos cinco para que ahueques o pagues otra noche; los pinchos de regalo y las sopas de marisco en taza de barro que saben a gloria porque también cubren el sabor de alguna lágrima que no deberías haber dejado escaparse; los muros de piedra robusta que no dejan salir a la calle los ruidos de la risa y la conversación y todas las demás cosas buenas y al mismo tiempo medio bloquean las radiaciones no ionizantes de un teléfono móvil (o dos) que mejor estaba(n) en otra parte; el primer cajón de una mesita que se deja manipular para una función bien distinta a aquélla para la que fue concebido y que siempre lo hace bien, y que como recompensa tarda en volver a su función original porque ésta última le gusta más; las llegadas apresuradas a las estaciones; lo que se puede hacer en una autovía de noche si nadie mira y lo que se puede dejar de hacer si te lo pide quien te lo tiene que pedir, aunque quizás sea para hacer otra cosa similar aunque en distinto formato. Reconozco que ahora soy fan de las siestas en las que no se duerme y muy antifan de las noches en las que sólo duerme una mitad, mientras la otra taladra el cerebro con nervios o miedos o dolores. Ya ahora sé que no quiero más mitades de noches, sino mitades de bocadillos, de cervezas o de pizzas. He oído lo que más quería y lo que más temía, todo saliendo de la misma boca y del mismo lugar donde se gestan esos besos cuya falta me hace temblar cada noche. Ahora me acompaña una muñeca rusa y hasta me he comprado un cuadro para una habitación que está por construir. Fumo lo mismo, fumo menos y fumo más, a veces incluso tabaco para nenas, pero siempre lo mismo, menos o más en función de la hora del día, o de la noche, o de la tarde o de la mañana o de la madrugada. Leo a menudo que fumar mata, pero pienso que mata lento, te da hasta tregua y te permite retirarte con dignidad, si quieres. Pero otras veces sabes que ni quieres tregua ni quieres retirarte, y te da igual la dignidad porque piensas que se la inventó uno que no quería reconocer que amaba o que odiaba o que, simplemente, sentía. Nadie dijo que esto fueran escritos de un interino errante digno, sino sólo de un interino errante.

He leído también a Auster, a Kundera y a Miller, a Steinbeck y a uno con seudónimo, a Anaïs Nin, a Tomeo y a Wodehouse. Va a parecer que sé de lo que hablo. He leído algunas cartas que me han hecho reír por algunas similitudes con mis cartas, y he leído otra que jamás quiero escribir, por preciosa que me parezca en frases de otro y para otra. He visto películas musicales japonesas que me han encantado y jamás se me olvidará una malísima sobre la Atlántida que (no) vi durante tres pases en una de las mejores tardes de mi vida. Quiero ver todas las películas malas del mundo si son para tardes como esa. Quiero ir a todos los conciertos de canciones larguísimas y cortísimas si puedo comer huevos rebozados antes y probar tortillas a la mañana siguiente, o si me dejan buscar chuletillas de cordero donde pienso que no hay.

Todas estas cosas me han estado pasando y otras muchas se me han estado pasando por la cabeza. Y lo seguirán haciendo, y quiero que lo sepa todo el mundo. Son para bien, y para ella, como las canciones que hace tiempo que no pongo.

Esta vez el título lo he decidido al final :)

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