¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cocina de combate II: la cocina de quien no cocina

Últimamente no me encuentro con mucho ánimo para escribir cosas mínimamente serias así que, a pesar de que había prometido que la siguiente cosa que pondría sería algo de humor, finalmente he optado por una entrada culinaria, como aquella del pollo con pasta de hace unos meses. Lo siento, pero ahora mismo, entre unas cosas y otras, no me salen entradas de otro tipo, estoy un poco entre paréntesis esperando a que me llamen y este interino errante no da para mucho más.

Así, aprovechando que estamos en las fiestas de mi pueblo y que me está dando por no salir de noche, esta mañana decidí hacer una tortilla de ésas que alguna gente sabe que llevo meses prometiendo y que, durante mi estancia en Ávila, nunca pude acabar de concretar por falta de utensilios. No es que hoy haya tenido los utensilios necesarios, pero al menos las sartenes de casa de mis progenitores no se pegan, hay más de una y los cuchillos cortan algo decentemente. Sí, para hacer una tortilla en condiciones hay que manchar, al menos, dos sartenes, cortar las patatas un poco finas y disponer de una serie de ingredientes para condimentar que pasaré a relatar más adelante.

Cabe decir que, hasta el momento, siempre que he comentado la receta de mi tortilla las caras de respuesta suelen expresar desconcierto o duda. Falta de confianza, podríamos decir. Al parecer, a nadie le cabe en la cabeza que una tortilla de patata pueda llevar tabasco o leche, pero lo cierto es que luego nadie se queja. Pongo la receta y luego sigo:

-4 huevos
-3 ó 4 patatas medianas
-4/5/6/7/8 pizcas de sal (dependerá de la tensión de los/las comensales)
-pimienta negra molida (al gusto, pero que se note)
-ajo en polvo (al gusto, pero que se note)
-un chorro de leche
-4 gotas de tabasco

Las patatas hay que cortarlas muy finas. Cuando digo muy finas digo que prácticamente hay que dejarse los dedos en el enfrentamiento perenne entre los cuchillos que cortan bien y nuestras manos inexpertas. Se ponen a freír una vez sazonadas con sal y pimienta negra, y mientras tanto se baten los huevos, a los que luego echaremos el chorro de leche, más sal, más pimienta negra, ajo en polvo y el tabasco. La leche es para que luego la tortilla quede esponjosa y en cuanto al tabasco, pues depende del gusto de cada cual por el picante, pero al menos un par gotas (ni pa dios chorros, ¿eh?, que me la liáis) hay que echarle. Luego hay que seguir el esquema básico de toda tortilla, darle la vuelta como mejor se pueda y no tenerla mucho al fuego para que quede un poco cruda por dentro, que es como mejor sabe.

El resultado, si las sartenes no pegan y no la cagáis al darle la vuelta, puede ser algo similar a esto. 

Qué mantelín, qué platos tan de casa familiar


Si notáis unas pintillas negras por la superficie no os alarméis, no es que os haya caído café en la tortilla sin daros cuenta, es que la pimienta negra se deja notar, la muy zalamera. Lo que haré en la próxima ocasión es echarle pimentón, a ver si consigo la primera tortilla roja de la historia. Seguro que lo comentaré por aquí si lo logro.

Estoy pensando que esa tortilla roja sería posiblemente uno de los nuevos platos a añadir a la carta del casi secreto restaurante Mercader. Hoy que las carrilleras de eurocomunista hay que sacarlas del menú, seguro que podemos meter alguna nueva invención. Eso sí, se mantendrán los trotskistas afogaos, los revisionistas cocidos a fuego lento en salsa perestroika, los rollitos de primavera de Praga y los escalopines adobados sobre lecho de patatas oportunistas. Como se puede ver, el restaurante Mercader es muy ortodoxo en la elaboración pero admite a todo el mundo en su carta. A la tortilla, como me cae bien y es invención mía, a diferencia del resto la llamaremos tortilla Pasionaria, que era buena paisana aunque sin guisantes. Los guisantes los dejamos para cocido, en nuestro famoso gulag (perdón, goulash) de arbeyu pintu. En Mercader nuestros manteles son de cuadros, como en la Pizzería Los Hijosdeputa, de San Telmo.



Pero todo esto venía a que estamos en fiestas de mi pueblo. Sí, bueno, aquí somos de los que celebramos en septiembre, no en julio-agosto. ¿La razón? En julio-agosto no hay ni el tato y saldrían unas fiestas un pelín desteñidas, y no es plan para un pueblo tan de postín y tan de señoritos. Lo más reseñable hasta ahora es que el lunes vino un señor de un pueblo vecino a cantar y, a pesar de que dicen que hay pique entre vecinos, llenó la plaza y dio un conciertazo, de lo cual me alegro porque estuve allí y pude comprobar cómo se puede ser intenso diciendo pocas cosas, pero diciéndolas bien. En honor al ajo de la tortilla, creo que esto queda bien, aunque lo hayan grabado en otro pueblo que hace poco también estuvo de fiestas y originalmente esté pensada para otro pueblo más que hace no mucho también estuvo en fiestas.



Me voy despidiendo, espero que otro día pueda poner cosas más interesantes.


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