¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Llega la noche

Hoy he leído unas cuantas hojas de un libro que casi me ofende sino fuera porque es demasiado tópico. Luego un cómic cogido hoy en la biblioteca, como el libro. Como más cómics. He hecho uso de los cinco comodines que deja la junta de castilla y león en el préstamo de adultos.

¿Por qué cuento esto?

Porque realmente lo que quiero es desearos buenas noches, pero necesitaba una entradilla, una pequeña excusa. Buenas noches y que durmáis bien. Recordad que en las noches de invierno conviene taparse y no coger frío. Bueno, en las noches de invierno y en todas.


martes, 11 de diciembre de 2012

Cada día y cada día más

Dos destinos en dos meses, así funciona la vida del interino errante. Y lo cojonudo es que no me puedo quejar mucho porque tengo unos cuantos amigos que están todavía esperando que les llamen para trabajar y quienes, cada vez que les pregunto, no me dicen otra cosa que “veo jodido que me llamen este curso”. Y hablo de gente que el curso pasado por estas fechas ya estaba currando a todo trapo. Menuda puta mierda. Menuda puta mierda para todos, porque lo cierto es que está todo cristo de mal café con los putos recortes y con las mamonadas que, además y por si fuera poco, pone encima de la mesa nuestra querida y muy putísima administración. Quiero que quede constancia aquí de que los mismos señores que han decidido dejar sin trabajo a miles de profesores mediante el aumento de horas lectivas de unos cuantos miles más y el hacinamiento de muchos chavales en clases en las que, si te descuidas, te quedas pajarito por el frío, ahora tienen el valor de pedir a los que tienen la suerte de estar trabajando que se preocupen por elevar los estándares de calidad (o sea, los aprobados en este puto mundo de signo y símbolo) con planes ridículos que nadie sabe si quiere (o puede) poner en práctica.

Hay que ser muy caradura para pretender que los mismos a los que te dedicas a joder por activa y por pasiva encima te hagan quedar bien delante de los demás, en este caso los padres y esa señora “la sociedad en general” que nadie sabe quién es y que pordiosyporlavirgen espero que no esté representada por los tertulianos y tertulianas de cadenas como Intereconomy o I see13, porque si es así entonces yo mejor emigro a un sitio más digno como la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo: ahí por lo menos sabes que el que viene enfrente te quiere matar, y punto. Una vida más sencilla y sin tener que aguantar las gilipolleces en la tele y luego oírlas en los bares. Eso sí, puede que una vida más corta. O no. O qué sé yo. En todo caso, ay del profesor o profesora a quien se le ocurra cavar su propia tumba elevando el nivel de aprobados para que luego los amigos de la consejería quieran demostrar que la calidad no baja con los recortes.

Pero bueno, aparte de esto que me come la moral, llevo como digo dos destinos ya y dos poblaciones distintas. Ahora estoy en un pueblo galletero y antes no. Ya me he encontrado con algumnos (algunos alumnos, estoy en plan neolengua) hijosdeputa, algumnos que merecen un regalo y una gran proporción de seres por los que siento una sutil indiferencia y cuyos nombres me costará muchos menos olvidar que aprender (eso si llego a las sesiones de evaluación y cuando digan “fulanito de tal” sé a quién se refieren sin tener que mirar la libreta con las puñeteras fotitos, más sobada ya que un Interviú en la habitación de un adolescente de los 90). Pero es que esto es así y, aparte de que mi memoria sólo vale para lo que vale, son muchos y todos con nombres muy parecidos, joder. No todo va a ser culpa mía.

Pero bueno, quizás por tener que aprenderme tantos nombres no he podido volver a escribir desde finales de octubre, y la verdad es que han pasado muchas cosas que vienen a ser muestra (parcial y unilateral, como siempre), de la vida de un interino errante (yo, el resto que escriban lo suyo si les parece).

Sí, en este tiempo me he aficionado a los yogures delicatessen y los he comido compartidos y solo. Compartidos saben mejor aunque te toque menos, eso creo. Tal vez un día escriba sobre cómo la comida sabe mejor si la comes con quien la quieres comer, o si la compartes con quien la quieres compartir, o si te la prepara quien quieres que te la prepare; en los dos primeros casos yo estoy completamente de acuerdo, en el tercero me da un poco igual porque con mi cocina de combate voy que chuto y sé que da pa sobrevivir, tanto uno como dos comensales, e incluso se puede hasta coger alguna lorza. Pero sí, me encantan los yogures con mermelada de frutas y el queso rebañado, mejor si es de la zona o de cerca. Lo mismo me pasa con las tortillas a cuatro manos o las mahous de cinco estrellas de lata compartida, o las cervezas artesanales o los turrones de chocolate que parecen crunch. El pan de molde que abraza unas lonchas de pavo con mayonesa y alguna hoja de lechuga, las sopas de ajo sosas y apañadas en el último momento, las croquetas novedosas o los postres del norte que se venden como si fueran de aquí. Los paseos al frío y la búsqueda incesante de los guantes que nunca están, aunque se les espera; la velita que supera a la lámpara en luz tenue y duración, logrando que se vea lo justo pero suficiente para no tener que andar a tientas; las duchas que rebosan porque aparte de jabón se reparten besos entre las cortinas; las sábanas que no se quieren lavar porque han descubierto que prefieren mantener el olor hasta que vuelvas; las habitaciones de hotel que te piden a gritos que te quedes pero cuyos gestores se niegan a complacer, llamándote a las doce menos cinco para que ahueques o pagues otra noche; los pinchos de regalo y las sopas de marisco en taza de barro que saben a gloria porque también cubren el sabor de alguna lágrima que no deberías haber dejado escaparse; los muros de piedra robusta que no dejan salir a la calle los ruidos de la risa y la conversación y todas las demás cosas buenas y al mismo tiempo medio bloquean las radiaciones no ionizantes de un teléfono móvil (o dos) que mejor estaba(n) en otra parte; el primer cajón de una mesita que se deja manipular para una función bien distinta a aquélla para la que fue concebido y que siempre lo hace bien, y que como recompensa tarda en volver a su función original porque ésta última le gusta más; las llegadas apresuradas a las estaciones; lo que se puede hacer en una autovía de noche si nadie mira y lo que se puede dejar de hacer si te lo pide quien te lo tiene que pedir, aunque quizás sea para hacer otra cosa similar aunque en distinto formato. Reconozco que ahora soy fan de las siestas en las que no se duerme y muy antifan de las noches en las que sólo duerme una mitad, mientras la otra taladra el cerebro con nervios o miedos o dolores. Ya ahora sé que no quiero más mitades de noches, sino mitades de bocadillos, de cervezas o de pizzas. He oído lo que más quería y lo que más temía, todo saliendo de la misma boca y del mismo lugar donde se gestan esos besos cuya falta me hace temblar cada noche. Ahora me acompaña una muñeca rusa y hasta me he comprado un cuadro para una habitación que está por construir. Fumo lo mismo, fumo menos y fumo más, a veces incluso tabaco para nenas, pero siempre lo mismo, menos o más en función de la hora del día, o de la noche, o de la tarde o de la mañana o de la madrugada. Leo a menudo que fumar mata, pero pienso que mata lento, te da hasta tregua y te permite retirarte con dignidad, si quieres. Pero otras veces sabes que ni quieres tregua ni quieres retirarte, y te da igual la dignidad porque piensas que se la inventó uno que no quería reconocer que amaba o que odiaba o que, simplemente, sentía. Nadie dijo que esto fueran escritos de un interino errante digno, sino sólo de un interino errante.

He leído también a Auster, a Kundera y a Miller, a Steinbeck y a uno con seudónimo, a Anaïs Nin, a Tomeo y a Wodehouse. Va a parecer que sé de lo que hablo. He leído algunas cartas que me han hecho reír por algunas similitudes con mis cartas, y he leído otra que jamás quiero escribir, por preciosa que me parezca en frases de otro y para otra. He visto películas musicales japonesas que me han encantado y jamás se me olvidará una malísima sobre la Atlántida que (no) vi durante tres pases en una de las mejores tardes de mi vida. Quiero ver todas las películas malas del mundo si son para tardes como esa. Quiero ir a todos los conciertos de canciones larguísimas y cortísimas si puedo comer huevos rebozados antes y probar tortillas a la mañana siguiente, o si me dejan buscar chuletillas de cordero donde pienso que no hay.

Todas estas cosas me han estado pasando y otras muchas se me han estado pasando por la cabeza. Y lo seguirán haciendo, y quiero que lo sepa todo el mundo. Son para bien, y para ella, como las canciones que hace tiempo que no pongo.

Esta vez el título lo he decidido al final :)

jueves, 25 de octubre de 2012

Dame estrellas o limones

Mi apreciadísimo Nigel Rickembacker dejó escritas, dentro de su famosa "Notas desde la cárcel del castillo", una serie de cartas a su Mary Blackstone-Helix. Hoy he leído una de ellas y me ha apetecido colgarla aquí, compartirla.

Querida Mary:

Anoche soñé con rozar tu cuerpo, con poder estar echados los dos en la misma cama pequeña, con poder acariciarte el pelo con tranquilidad, con darte besos y meterte mano, con decirnos hola muchas veces, con no decirnos adiós, con mirarte a los ojos y notar que me quieres, con lamer tu cuerpo con parsimonia, con cogerte las manos y notar que encajan, con acariciarte sin tocarte y tocándote, con buscarte la boca, con morderte el lóbulo, con morderte el culo, con besarte en el cuello y con rodearte constantemente entre mis brazos, soñaba con decir 25 veces te quiero y ninguna no te marches, con taparnos con una manta grande, con acariciarte la garganta, con quemar leche y hierbas en una cacerola, con cantarte canciones al oído, con llorar poco y reír mucho, con pasear, con abrirte la puerta y presentarte a mi casa, con decirte los sitios que me gustan de esta ciudad, con sacar unas sábanas nuevas para ti, con beber de la misma botella de cerveza, con invitarte a un pincho con jalapeños y besos, con hacer café con leche, con decir “aquí te llamé aquel día”, con marcar con mi dedo la línea de tus cejas, con morderte el papo e imitar con mis besos el sonido del helicóptero, con que arreglases mi planeta narajana, con escuchar juntos todos los discos, con ir a un concierto, con encontrar nuevos bares, con mirarte y comprendernos, con no ser insistente, con ser sistente, con dejarte mis zapatillas y mi pasta de dientes, con verte hacer un moño y tratar de ocultar tus ojeras, con tapar tus ojos con un antifaz y dejarte protestar, con hacerte reír de la manera que tú sabes, con decir tu nombre en alto y oír “¿sí?” a escasos centímetros, con notar que me acaricias las canas, con permitir que te tapes la boca cuando te digo algo bonito, con llamarte mil cosas bonitas, con que vuelvas a apreciar mi coche limpio y las letras de mi pecho, con no correr, con no tener prisa, con no pensar, con no hablar, con mirar, con tocar, con sentir, con saborear, con imaginar, con planear, con discutir y con amar, con llevarte en el asiento del copiloto, con darte la hora, con buscar una pensión a altas horas, con haberla reservado ya, con no tener donde dormir, con no querer dormir, con destrozar tortillas y desvirgar panderetas, con darle plantón a todo el mundo menos a ti, con no saber si hago bien pidiéndote que te quedes, con esperar que sí, con desear que sí, con regalarte un príncipe pequeño y un libro de magia y una chapa, con afeitarme y quedarme igual, con entrar en tu cabeza y arrancar malas ideas, con saber que contigo me importa un carajo mañana, con importarme mañana sólo por ti, con verte amanecer, con decirte que si quieres despertar conmigo, con invitarte a vermú, con razonar a medias con los camareros, con perder un tren y encontrar un camión, con recordar lo que me dijiste una noche de verano, con verte sonreír. Con verte sonreírme. Soñé y sueño. Estoy bien. Quiero que tú también. Te quiero.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un hombre sin pasado




Creo que no se deben ver películas de Aki Kaurismäki cuando uno tiene, de antemano, un nudo en el estómago. Da igual que sean comedias, o que quieran ser comedias, o que terminen bien, o mal. A mí me pasa que me quedo un poco jodido para el resto del día. Ya he hablado de mi gusto por Aki en otro momento y no quiero repetirme; tampoco quiero contar la película porque luego me siento como que he subrayado un libro y puede que si alguien la ve se sienta influenciado por mis impresiones. Simplemente la he vuelto a ver y me ha gustado más que la anterior vez, y creo que no es sólo por la película, sino por mí. Creo fundamentalmente que es porque la he visto con una grata compañía, aunque ella no lo sepa y estemos a 264 kilómetros de distancia, (o 2 horas 43 minutos, o a 28,20 euros en el Alvia). La hemos visto juntos, en mi opinión. Ni estoy loco ni borracho, y como a alguien se le ocurra censurarme por fantasear sobre cosas bonitas en estos tiempos de mierda pues se le sueltan dos buenas hostias y arreglao. Si ya no puedo ni imaginarme las cosas como a mí me apetece, pues para qué carajo escribo en este blog que ya hace mucho que perdió el hilo de los interinos para meterse en otros berenjenales.

Que en las películas de Aki se fuma mucho ya es conocido. Igual que se bebe mucho. Igual que prácticamente no se sonríe. Que las escenas en ocasiones toman algo de los cuadros de Hopper me lo invento yo porque me lo parece, que el acordeón puede ser el instrumento más melancólico y que las miradas de Kati Outinen lo dicen todo me parecen hoy verdades universales. Con eso basta. Como decía, no voy a contar la película, ni voy a preguntar a nadie si la ha visto, pero hay varias líneas de diálogo que hoy me han hecho pensar, que me han hecho reír y que me han hecho llorar. Podrían ser otras pero son éstas. Son mis 8 escenas para Aki. A él se las dedico: guionista, productor y director. Bueno, qué coño, y no sólo para Aki.

ESCENA 1
-Gracias
-Así que puede hablar
-Efectivamente. No he tenido nada que decir hasta ahora.

ESCENA 2
-¿Qué te debo?
-Si me ves boca abajo en el canal, dame la vuelta.

ESCENA 3
-¡Cuidado!
-¿Qué?
-Tienes algo en el ojo.
-Yo no siento nada.
-Está ahí. Permíteme echarle un vistazo. (La besa)
-Me robaste un beso.
-Perdóname. No soy un caballero.

ESCENA 4
-Los guisantes estaban bien.
-Ayer fui a la luna.
-Ya veo, ¿y cómo es?
-Tranquilo.
-¿Conociste a alguien?
-La verdad es que no, era domingo.
-¿Es por eso por lo que volviste?
-Sí, y por otras razones, también

ESCENA 5
-Renovarse un poco estaría bien, hemos oído hablar del rock...

ESCENA 6
-Las entradas.
-¿Qué quieres decir?
-No has pagado.
-Pero yo organicé esto.
-Eso es lo que tú dices.
-¿Ah sí?
-Sí
-Que te follen
-¡Esto es ultrajante!
-¿A que sí?

ESCENA 7
Yo quisiera una cuenta numerada, como las que hay en Suiza
-Ésta también tendrá un número, pero de todas formas necesitas un nombre. Suiza es más liberal, pero esto es Finlandia.

ESCENA 8
-Yo soy Ovaskainen.
(Se dan la mano)
-Lujanen
(Ovaskainen ladea la cabeza indicando la puerta. Salen. Fuman)
Ovaskainen: ¿Nos peleamos entonces?
Lujanen: ¿Por qué?
O: Amo a esa mujer.
L: Eso es bueno.
(…)
O: Supongo que eres un buen hombre. Mejor de lo que tenía entendido.
L: Dejaré pasar eso.



Nota: Pueden ser otras escenas o pueden ser otras películas. Me da igual. Hoy son éstas. Hasta muy pronto.

domingo, 7 de octubre de 2012

Está claro que los títulos no son lo mío

Me dice google que hoy hace 127 años que nació Niels Bohr. Pero resulta que soy de letras.

Estar cansado como para escribir no quiere decir lo mismo que no querer escribir. Con esto lo que quiero decir es que espero que me disculpéis por no haber puesto cosas en una temporadita, más allá de una canción que me encanta y que, pidiendo un final feliz, ella misma se negaba a sí misma cortándose repentinamente antes de llegar al clímax. Cosas del youtube y de los vídeos caseros movilianos, que muchas veces no sabes si el que los pone estaba en sus cabales cuando decidió colgar algo interruptus y dejarnos a los fans a medias. Cantus interruptus debería ser una nueva categoría músico-sexual Tengo que reconocer que no me di cuenta de que el vídeo estaba incompleto hasta que ya estaba colgado, pero me hizo tanta gracia pensar que una canción con ese título no estaba completa que decidí dejarlo como está. Me descojono con este tipo de cosas, qué le voy a hacer. Supongo que si lleváis leídas algunas entradas más de este blog lo comprenderéis. Si no, no pasa nada, ya os lo digo yo: esti chaval a veces parez que ta mal.

Lo cierto es que sí hay temas de sobra para contar por esta vía, directa o indirectamente, pero tengo algo menos de tiempo que en anteriores ediciones y noto el cansancio que me impide escribir con tanta frecuencia como antes del verano. La razón que da sentido a este blog sigue siendo la misma y yo sigo comprometido con ella, pero se han dado una serie de cambios objetivos que dificultan la escritura: el primero que el pincho a través del que me conecto a internet es una putísima mierda y hace que me cueste horrores ver con tranquilidad mis correos electrónicos, así que no digamos ya otras cosas tipo vídeos de youtube o fotos del putifesibuk o entrar en blogger. Por otra parte, he vuelto al trabajo docente (no decente, que conste) y resulta que esta vez tengo que compartir piso, lo cual hace que mis ratos de tranquilidad sean cuantitativamente menores. Sí, necesito algo de tranquilidad para poder escribir, y tener a gente con la que no tienes mucha confianza pululando por casa es algo que a mí, particularmente, me dificulta. Ahora escribo esto porque estoy solo, pero en un rato llegará alguno de mis compas de piso y empezará una conversación seguramente intranscendente que me retrasará en el muy noble propósito de poner alguna cosa por aquí.

Que conste que me sigo encontrando papelitos debajo de la puerta (sí, también en esta casa de una calle con nombre de santo que no había oído en la vida. También digo que ahora me gustaría estar en una calle que se llama como mi cuarto apellido) y me siguen dejando servilletas con palabras de amor para que las publique, pero por ahora no las compartiré porque tal vez sea pasarse y no toque. Al fin y al cabo esto nació como un blog de un interino errante y seguro que si alguien se encuentra lo que pongo, como resultado de buscar información sobre vacantes o sustituciones, flipa un poco. Oye, que flipen, que al fin y al cabo también los interinos errantes podemos hablar de lo que nos pete, carajo.

Venga anda, reconozco que me hubiera gustado ser yo mismo quien hubiera escrito esas notas de amor o esos cuentos que colgué en ocasiones anteriores. Reconozco que los he copiado de Nigel Rickembacker. Sí, incluso todo el asunto del amo del tiempo. Pero me consta que Nigel, como yo, tenía una chica con moño a quien escribirle, y con eso basta. La suya se llamaba Mary Blackstone-Helix; la mía no, pero casi mejor, no sea que Nigel venga de ultratumba y me haga una corbata colombiana por copiota.

También le he copiado cosas a Luis Coto, pero esas se quedan entre él y yo, que sé que me lee y me aprecia. A través de estas líneas quiero mandarle un fuerte abrazo. Luis, iremos pronto a San Telmo, si nos dejan, y buscaremos juntos los restos, si los hubiera, del señor Arnolfini, que sé que dejó una nota para nosotros en alguna esquina de bar roñoso. De Luis hablaré otro día, aunque tal vez os dé una pista saber que era, y es, el hombre de las enfermedades raras, cuyo gusto por repetir escenas de cine es casi equivalente a su desánimo y tristeza por la falta de buenos musicales en el cine español. Qué digo buenos, digo musicales en general, salvo mierdas tipo “El rey león”, que son casi un atentado al buen gusto. Luis, perdóname la indiscreción, ya saben quién eres. Tío, no es culpa mía, es que soy un bocas.

Me gustaría poner muchas cosas que no voy a poner. Habrá ocasiones, puesto que vuestro humilde interino errante seguirá por aquí, observando, criticando y queriendo. Seguro que veré canciones, oleré libros, oiré películas y soñaré con desvirgar panderetas. Echaré de menos algún cuello y temblaré al oír ciertas cosas. Buscaré bigotes en caras de imberbes y beberé agua en copas de whisky. Visitaré museos desconocidos y tendré siempre conmigo un llavero y un planeta. Contaré qué tal me va y seguiré pidiendo sonrisas a quien las hace como nadie en el mundo. Con Luis y con Nigel, con mis dos hermanos gemelos, con el interino y con el errante. Faltaría más.