¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.
sábado, 29 de septiembre de 2012
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Cocina de combate II: la cocina de quien no cocina
Últimamente no me
encuentro con mucho ánimo para escribir cosas mínimamente serias
así que, a pesar de que había prometido que la siguiente cosa que
pondría sería algo de humor, finalmente he optado por una entrada
culinaria, como aquella del pollo con pasta de hace unos meses. Lo
siento, pero ahora mismo, entre unas cosas y otras, no me salen
entradas de otro tipo, estoy un poco entre paréntesis esperando a
que me llamen y este interino errante no da para mucho más.
Así, aprovechando que
estamos en las fiestas de mi pueblo y que me está dando por no salir
de noche, esta mañana decidí hacer una tortilla de ésas que alguna
gente sabe que llevo meses prometiendo y que, durante mi estancia en
Ávila, nunca pude acabar de concretar por falta de utensilios. No es
que hoy haya tenido los utensilios necesarios, pero al menos las
sartenes de casa de mis progenitores no se pegan, hay más de una y
los cuchillos cortan algo decentemente. Sí, para hacer una tortilla
en condiciones hay que manchar, al menos, dos sartenes, cortar las
patatas un poco finas y disponer de una serie de ingredientes para
condimentar que pasaré a relatar más adelante.
Cabe decir que, hasta el
momento, siempre que he comentado la receta de mi tortilla las caras
de respuesta suelen expresar desconcierto o duda. Falta de confianza,
podríamos decir. Al parecer, a nadie le cabe en la cabeza que una
tortilla de patata pueda llevar tabasco o leche, pero lo cierto es
que luego nadie se queja. Pongo la receta y luego sigo:
-4 huevos
-3 ó 4 patatas medianas
-4/5/6/7/8 pizcas de sal
(dependerá de la tensión de los/las comensales)
-pimienta negra molida
(al gusto, pero que se note)
-ajo en polvo (al gusto,
pero que se note)
-un chorro de leche
-4 gotas de tabasco
Las patatas hay que
cortarlas muy finas. Cuando digo muy finas digo que prácticamente
hay que dejarse los dedos en el enfrentamiento perenne entre los
cuchillos que cortan bien y nuestras manos inexpertas. Se ponen a
freír una vez sazonadas con sal y pimienta negra, y mientras tanto
se baten los huevos, a los que luego echaremos el chorro de leche,
más sal, más pimienta negra, ajo en polvo y el tabasco. La leche es
para que luego la tortilla quede esponjosa y en cuanto al tabasco,
pues depende del gusto de cada cual por el picante, pero al menos un
par gotas (ni pa dios chorros, ¿eh?, que me la liáis) hay que
echarle. Luego hay que seguir el esquema básico de toda tortilla,
darle la vuelta como mejor se pueda y no tenerla mucho al fuego para
que quede un poco cruda por dentro, que es como mejor sabe.
El resultado, si las
sartenes no pegan y no la cagáis al darle la vuelta, puede ser algo
similar a esto.
![]() |
Qué mantelín, qué platos tan de casa familiar |
Si notáis unas pintillas negras por la superficie no
os alarméis, no es que os haya caído café en la tortilla sin daros
cuenta, es que la pimienta negra se deja notar, la muy zalamera. Lo
que haré en la próxima ocasión es echarle pimentón, a ver si
consigo la primera tortilla roja de la historia. Seguro que lo
comentaré por aquí si lo logro.
Estoy pensando que esa
tortilla roja sería posiblemente uno de los nuevos platos a añadir
a la carta del casi secreto restaurante Mercader. Hoy que las
carrilleras de eurocomunista hay que sacarlas del menú,
seguro que podemos meter alguna nueva invención. Eso sí, se
mantendrán los trotskistas afogaos, los revisionistas
cocidos a fuego lento en salsa perestroika, los rollitos de
primavera de Praga y los escalopines adobados sobre lecho de
patatas oportunistas. Como se puede ver, el restaurante Mercader
es muy ortodoxo en la elaboración pero admite a todo el mundo en su
carta. A la tortilla, como me cae bien y es invención mía, a
diferencia del resto la llamaremos tortilla Pasionaria, que
era buena paisana aunque sin guisantes. Los guisantes los dejamos
para cocido, en nuestro famoso gulag (perdón, goulash) de
arbeyu pintu. En Mercader nuestros manteles son de cuadros, como
en la Pizzería Los Hijosdeputa, de San Telmo.
Pero todo esto venía a
que estamos en fiestas de mi pueblo. Sí, bueno, aquí somos de los
que celebramos en septiembre, no en julio-agosto. ¿La razón? En
julio-agosto no hay ni el tato y saldrían unas fiestas un pelín
desteñidas, y no es plan para un pueblo tan de postín y tan de
señoritos. Lo más reseñable hasta ahora es que el lunes vino un
señor de un pueblo vecino a cantar y, a pesar de que dicen que hay
pique entre vecinos, llenó la plaza y dio un conciertazo, de lo cual
me alegro porque estuve allí y pude comprobar cómo se puede ser
intenso diciendo pocas cosas, pero diciéndolas bien. En honor al ajo
de la tortilla, creo que esto queda bien, aunque lo hayan grabado en
otro pueblo que hace poco también estuvo de fiestas y originalmente
esté pensada para otro pueblo más que hace no mucho también estuvo
en fiestas.
Me voy despidiendo,
espero que otro día pueda poner cosas más interesantes.
martes, 4 de septiembre de 2012
Mamá, no quiero ir al colegio
Seguro que, como en la
canción, hay muchos chavales que últimamente están pensando esto. Aceptemos que en lugar de "mamá" puedan decir también "papá" para ser políticamente correctos. Políticamente correctos nosotros, no los chavales.
Hoy he tenido bastantes pruebas al respecto, tanto por acción como
por omisión. Pa matalos. Otros, en cambio, esperamos ir al colegio
pronto. Tengo que confesar que llevo unas cuantas semanas esperando
ir a trabajar, fundamentalmente porque esto de no saber dónde carajo
vamos a estar el próximo curso (y si vamos a estar, siquiera) es una
situación muy jodida que no viene bien a la cabeza de nadie. Y si
encima tienes una cabeza tendente a darle vueltas a las cosas, pues
ya para qué quieres más. Me he pasado el verano, y quien haya leído
las entradas del blog lo sabe bien, escribiendo cosas que nada o muy
poco tenían que ver con la cuestión laboral, y ni siquiera me dio
por comentar nada sobre las listas provisionales de vacantes, ni
sobre las esperanzas de destino para este curso que ya empieza.
Estaba y estoy a otros temas que son tanto o más importantes que el
curro pero que, si los juntas con la cuestión de la ignorancia sobre
el futuro laboral y con la estancia obligada en el hogar familiar,
conforman un totum revolutum que flipas. Al menos yo sí flipo.
La realidad es que todo
el mundo anda nervioso estos días a la espera de saber algo más o
menos serio que permita adivinar si tendremos oportunidad de trabajar
algo, y lo cierto es que las conversaciones son un poco
monotemáticas, pero es lo que hay y no queda otra que armarse de
paciencia y esperar. Como supongo que todo el mundo, yo tengo mis
particulares deseos para este curso, pero no está en manos de este
interino errante determinar la ciudad y la compañía para los
próximos meses. Si pudiera elegir sería cualquier sitio siempre que
estuviera bien acompañado, pero no puedo elegir. Y me tengo que
joder, pero es lo que hemos asumido al meternos en este lío que es
dedicarnos a lo que nos gusta, y lo asumimos con dignidad, o al menos
lo intentamos.
Ahora que estoy de vuelta, espero que muy temporalmente en este caso concreto,
por esta ciudad con murallas, en medio de exámenes falsos y notas de
risa, tengo que reconocer que estoy contento de volver a la tierra
más allá de las montañas. Es donde quiero estar, por mucho que me
guste mi tierra, y las razones son variadas y todas ellas muy serias,
pero no es el momento quizás de desarrollarlas. Tal vez una de las
razones es que mañana (ya hoy, esta noche) podré ver esto en directo
Pero aparte, lo que tengo
claro es que necesitaba como el comer recuperar mi vida autónoma,
estar yo por mi cuenta y no tener que estar pendiente de familiares y
todas las implicaciones que tiene volver, obligatoriamente, a casa de
los progenitores. Lo jodido de esta vida de interino errante es que
el sitio de referencia, al que vuelves cuando se te acaban los
contratos, generalmente es por cojones la casa de tus padres (con
todas las variantes que ello pueda tener), sobre todo si estás en
cierto margen de edad como en el que se halla el que suscribe esto.
Me gustaría que no fuera así, pero por ahora no hay otro remedio
porque financieramente es lo más apañao. Y no estamos como para
hacer bromas con el tema económico-financiero (¿o sí? Si alguien
quiere, que lo ponga en los comentarios al final de esto). La movida
es ¿cómo carajo vamos a tener cierto grado de autonomía si resulta
que no sabemos jamás lo que nos va a pasar de un curso para otro?
Antes de que a los del gobierno (cualquier gobierno, ojo) les entrara
esta esquizofrenia que se manifiesta en joder a los empleados
públicos de todo pelaje y condición, se podían hacer ciertas
cábalas a principio del curso y más o menos podías saber si te iba
a ir mejor, pero ahora eso ya es imposible, y a casos sangrantes que
conozco me remito. Lo que más me temo es que esta situación
objetiva en la que están jodiendo no sólo al profesorado, sino al
sistema educativo público en general, cada uno la valoremos en
función de cómo nos vaya en la fiesta, y si suena la flauta y nos
llaman para trabajar y/o nos dan una vacante (verdadera o falsa) pues
nos demos con un canto en los dientes y no reflexionemos un poco más
allá sobre todo lo que está pasando. Esto no se soluciona pidiendo
volver a lo que había antes, porque lo que había antes (y pienso en
uno o dos años atrás), también era una puta mierda, aunque fuera
una puta mierda un poco menos maloliente que la de ahora. El que no
tenga esto más o menos asumido que no lea más y se vaya
directamente a llamarme catastrofista a los comentarios.
Deduzco, por tanto, que
quien lea este párrafo está conmigo en que lo que había antes no
era ideal, por mucho que nos diera la oportunidad de trabajar y
meternos en esta movida. Sí, empezamos a trabajar, a ver si
realmente esta profesión nos gustaba o no, si los chavales nos
superaban o podíamos controlarlos, si nos currábamos nuestras
clases y nos apasionaba lo que hacíamos. A mí ni el sueldo ni las
vacaciones han sido nunca lo que más me llamaba de esta movida, pero
no estoy dispuesto a ser cabeza de turco de unos gilipollas que lo
único que piensan es en que ciertas cifras macroeconómicas que, por
otra parte, nadie normal entiende, cuadren en no sé qué oficina de
Madrid, Bruselas o Berlín, llena de mamones que, como muchos de mi
queridos pedagogos, en su puta vida han estado en un instituto, en un
hospital o en un centro de salud de barrio, y luego se permiten el
lujo de dar lecciones sobre qué se debe y qué no se debe hacer. Yo
no me suelo meter a criticar el trabajo de otros, ni a opinar sobre
si echan muchas horas o pocas, fundamentalmente porque respeto
profundamente el trabajo de (casi) todo el mundo, sobre todo del que
hace algo productivo en términos sociales (fabricar un tornillo o
enseñar a un chaval a sumar, lo mismo me da), pero sí que me atrevo
a llamar hijoputa al que piensa únicamente en números y
estadísticas y no se da cuenta (o se da cuenta y no le importa) de
que detrás hay gente que se va a quedar jodida por el simple hecho
de que ellos consideran que hay que ahorrar. Puta manía la de
ahorrar que les ha entrado ahora a los gilipollas que gastan miles de
millones de todos en garantizar la supervivencia de unos bancos que
han logrado hacerse imprescindibles en una sociedad que se permite el
lujo de pensar que no todo el mundo tiene por qué acceder a la
atención sanitaria o a no morirse de frío. Que no hombre, que no,
eso se lo contáis a otro pero yo no me lo trago.
Como decía un amigo,
“esto sólo se arregla a tiros”, y tomando los problemas en
global y no desde mi situación particular. En global porque los
problemas no son sólo para un sector: el que piense que no le van a
recortar el sueldo porque no es funcionario va listo, y si no que
espere a la próxima negociación de su convenio colectivo cuando la
empresa se acoja a las posibilidades que le da la reforma que aprobó
el PSOE. Y a tiros porque cuando se hace evidente que estamos ante un
sistema que no funciona o, si funciona, lo hace jodiendo a la mayoría
y beneficiando a unos pocos, sólo queda acabar con él, y no
pacíficamente porque quien está arriba no se va a dejar tan
fácilmente apartar. Y digo quien está arriba de verdad, no los
peleles que ejecutan las decisiones escudándose tras la gaviota, la
rosa o los mamoncetes que quieren pillar cacho diciendo que esto se
puede arreglar por las buenas, negociando o diciéndole a la gente
que podemos volver a como estábamos hace 10 años. Y digo a tiros
de manera gráfica pero no necesariamente literal. O sí. Y aparte,
yo no quiero volver a hace 10 años, yo quiero ir a una situación,
donde ni yo ni nadie tengamos que preocuparnos por el paro, ni por
muchas otras cosas. Puedo imaginarlo, puedo pensarlo, y si puedo
imaginarlo y pensarlo es que es posible. Sólo hace falta querer y
ponerse a ello, pero en serio.
Y como regalo final para
quienes hayáis aguantado hasta aquí, esto, aunque quizás nadie sepa qué pinta en esta entrada. Yo sí :)
domingo, 2 de septiembre de 2012
Es imposible no echar de menos a Jessica Fletcher
Siempre en el lugar adecuado en el momento adecuado, siempre sagaz y perspicaz, resolviendo los misterios más complejos que generalmente tenían que ver con dinero o con turbias carreras empresariales. En la mejor tradición de Agatha Christie y siempre genial, me encantaba cuando ponían la serie por la tele y me encanta aun más hoy cada vez que la veo en algún capítulo suelto que pillo por ahí. La Fletcher sabía interpretar la personalidad de las personas y, aunque algunas veces se equivocaba al principio, luego acababa siempre acertando y era para bien. En algún capítulo la vimos pasar miedo, pero era sólo un rato y al final todo acababa bien porque confiábamos en doña Jessica, sabíamos que siempre iba a estar ahí. Este interino errante sabe a ciencia cierta que será la Fletcher quien ayude a resolver qué pasó realmente con el señor Arnolfini, con el hombre de las enfermedades raras y dónde estuvieron perdidas las horas del Amo del Tiempo.
Das la mano y te cogen el brazo
No deja de tener su
gracia que esté escribiendo esta entrada a altísimas horas de la
madrugada (o bajísimas horas de la mañana) tras haber estado de
boda y ¡haber dormido ya! Seguro que algunos otros no se habrán
echado ni a sobar y yo ya estoy en pie dando la tabarra. Cuatro
horitas de sueño, lo normal últimamente, y menos tiempo del que me
va a costar llegar a Ávila. Bien, será cuestión de acostumbrarse,
porque dormir poco y mal empieza ya a ser marca de la casa, y hacer
viajes largos en coche ya es marca de la casa desde hace muuuucho
tiempo, pero no niego que hoy precisamente le tengo cierto repelús a
la operación retorno.
Me cuesta elegir temática
para esta entrada, que podría ser muy variada, desde las señoras
con bótox a las que se les queda a todas la cara igual y la boquita
de pitminí y te miran raro, a los debates sin sentido sobre si el
gin tonic con Beefeater está muy visto, pasando por toda la cuestión
de las vacantes, los exámenes de septiembre o las ansiedades varias
vinculadas no sólo con el tema laboral, pero la cosa es que igual no
son horas para tocar ninguno de esos temas. En su lugar, prefiero
hacer dos reflexiones que no tienen nada que ver una con la otra:
1º)se hace rara una boda sin farlopa. 2º)he encontrado a un director
de cine que tiene la misma manía que yo.
Primera reflexión) Sí
señores y señoras, estoy en disposición de afirmar que en este
enlace en el que he estado no había nada en polvo que no fueran los
azucarillos del café. Estaba todo muy bien pensado, con baños
minúsculos para evitar que, como en El año de la garrapata,
alguien decidiera hacer la fiesta por su cuenta y pasar de
entremeses, pinchitos y canapés varios directamente al rodaballo de
Galicia, sin escalas. Y más si tenemos en cuenta que hicieron un
amago peligroso al principio, poniendo al pánfilo del David Guetta a
todo trapo, momento en el que pensé “maaadreeeeeeeeeeeeeeeeeeee”.
Pero claro, luego me fui dando cuenta de que el tal David Guetta es
el apóstol de los discotequeros “sanos”, que como ya tienen
hijos y están casados ahora si se meten algo es “por error” o
“porque me lo han puesto en la copa”... curiosa la elipsis entre
los 16 y los 36 años, parece que no hubiera pasado el tiempo en
absoluto... dios qué pereza me daaaaaaaaannnnnnnnnnnnnn
La verdad es que no sé
para qué voy a bodas. Y eso que voy librando bastante y ya voy a muy
poquitas, pero al final siempre salgo con la misma impresión de casi
todas, salvo que acabe muy borracho o pasao, en cuyo caso todo es de
puta madre, claro. Pero como esta vez no tenía yo ni el cuerpo ni la
mente en plan terminar como una pulga, pues se me ocurrió también
que quizás hoy fuese el momento ideal para hacer un comentario ácido
sobre el rito del matrimonio en la sociedad española, pero como es
posible que me lleve su tiempo casi prefiero decir los capítulos que
tocaré el día que lo quiera hacer con calma:
-el rito del matrimonio
en la sociedad española I: ¿la boda es nuestra o de nuestros
padres?
-el rito del matrimonio
en la sociedad española II: ¿quién coño ha elegido el menú?
-el rito del matrimonio
en la sociedad española III: ¿ese señor que habla es un cura o un
cómico de Albacete?
-el rito del matrimonio
en la sociedad española IV: hostia tú, que es el cura...
-el rito del matrimonio
en la sociedad española V: las comparaciones siempre son odiosas, el
vino de mi boda era mejor
-el rito del matrimonio
en la sociedad española VI: ¡basta de autorreferencias, ya sabemos
que no os conocisteis en la cola de paro!
-el rito del matrimonio
en la sociedad española (y VII): ¡fuera corbatas, hagamos el
ridículo!
Algún día esa entrada
se escribirá y entonces no me invitarán a más bodas por hijoputa.
Y yo igual hasta feliz como una perdiz, aunque pienso que Truman
Capote era bastante más hijoputa que yo y lo seguían invitando a
los saraos... Ya veremos.
Segunda reflexión) Como
volví pronto pude constatar nuevamente que la televisión los
sábados noche es una putísima mierda. Ello no obstante, llegué a
pillar la sesión de Todo Cine de La Sexta 3 justo antes de los
horroróscopos, gracias a lo cual descubrí que Christopher Nolan y
yo, aparte de tener cierta querencia por Batman, los insomnes y la
gente que tiene mala memoria, compartimos una manía más: las manos.
Yo no me había fijado, pero como a los de Todo Cine les pagan por
cosas como estas, pues ellos sí: el tipo presenta a cada personaje
haciendo un plano inicial de sus manos, generalmente ocupadas en
alguna tarea que caracteriza al personaje. Seguro que lo repiten, así
que quien quiera podrá verlo estos días, pero me llamó mucho la
atención y estoy casi seguro que Nolan y yo coincidiríamos en votar
a favor de darle un premio oscar a Cosa, la mano de la familia
Addams. Y fijo que también coincidiríamos en que mola mucho que
haya un premio de pelota llamado el “manomanista”.
![]() |
Mi mano haciedo de Cosa, con éxito relativo |
Sí, qué le voy a hacer
pero me fijo en las manos de la gente, en cómo las mueven, en cómo
gesticulan con ellas, en dónde las colocan cuando están nerviosos,
en si tienen los dedos que deben o más y cosas por el estilo. Cosas
mías, que dirían los Abuelos, pero cosas mías que ya no me puedo
quitar porque no tengo edad para disculparme por mis manías y porque
tampoco tengo edad, ni ganas, para que me gusten otras manos.
![]() |
El éxito fue tan relativo que Cosa acabó volcando |
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