Estar de vuelta a la
tierra de origen siempre es conflictivo, sobre todo cuando se lleva
mucho tiempo fuera. Tengo que reconocer que en general me parece bien
que haga sol y la temperatura sea agradable, pero el problema es que
en Asturias 24 grados y ni una nube, además de ser raro, mata a
cualquiera por la puta humedad, así que tiendo, paradójicamente, a
quedarme en casa, recuperando el tiempo perdido en algunos campos
entre los que no se encuentra el sueño. De hecho estoy más insomne
que nunca, acostándome a altas horas y viendo que no hay nadie más
con la luz encendida en los pisos de los alrededores. Ventajas de
tener vacaciones un poco más largas que el resto de trabajadores,
pienso. Será jodido volver a acostumbrarse a madrugar, pero todavía
queda tiempo.
No obstante, que nadie
piense que estoy todo el día encerrado porque, no sé si
lamentablemente o no, tengo compromisos sociales que cubrir que me
obligan a salir por el portal en obras, tragar una buena ración de
polvo y ponerme a pensar que, nada más llegar a la esquina, estaré
sudando a chorros. No llega a ser a lo cubano, pero casi... Este
mediodía descubrí el secreto para superarlo: caminar despacio,
relajadamente, no entrar en los sitios atropellado y disfrutar de las
putas cuestas, si es posible, sin prisa. Consejos vendo y para mí no
tengo, dirá alguien, pero bueno, estamos en ello.
Cual horda invasora
sedienta de sangre y saqueo (menos lobos, chaval), a mediados
de la semana pasada crucé las montañas para volver a CyL. Fue
genial, iba a un concierto y a verla y fue genial todo. No digo más al
respecto, pero de la que iba para allá, solo en el cocherito leré,
con la música puesta y el aire acondicionado a tope, intentando no
sobarme por esas carreteras tan rectas, me dio por pensar en que hay
alguna razón por la cual con determinadas canciones nos ponemos
las pilas, nos las sabemos de memoria, nos ponemos a cantarlas a voz
en grito e incluso nos adelantamos a la propia música y hacemos casi
nuestra propia versión, que válgame cristo si nos estuviera
grabando alguien, mientras que hay otras canciones que te sabes
igualmente de memoria pero que, por razones desconocidas, te pasan
más desapercibidas en algún momento, aunque te encuentres
tarareándolas porque las tienes grabadas a fuego. Igual no me estoy
explicando bien y hay quien piensa que estoy en proceso de
descomposición mental, o que el nivel de tontería al que estoy
llegando empieza a ser preocupante, pero bueno, ye lo que hay.
Claro, la cuestión es
que no estoy diciendo que haya unas canciones que siempre cantas y
otras que no, sino que pienso que hay momentos en los que unas pegan
más que otras, que por tu propio estado de ánimo te afectan más o
te pasan más desapercibidas, en todo caso siempre dejando una buena
parte de neuronas en activo, las suficientes como para que, cuando te
das cuenta y vuelves al modo consciente, veas que estás en pleno
entone de una frase o un estribillo de los que sabes que no olvidarás
en la puta vida. Son cosas diferentes.
A ver, realmente no me
hace falta que nadie me explique la razón por la que pasa esto.
Tengo miles de canciones en el coche y hay momentos en los que
prefiero unas más que otras, fundamentalmente porque hay veces que
me siento contento y otras triste, unas veces animado y otras en un
pozo de mierda, y así unas pegan y otras no, según el momento, pero
todas son parte de la vida de uno, todas son retales de un momento en
que sentiste algo, bueno o malo,y por lo tanto todas son dignas de
tener en cuenta. No creo que descubra nada nuevo, estoy hablando de
un tema tan personal, tan subjetivo, que seguramente habrá quien
diga que lo que pongo le parece palabrería. Nadie dijo que este blog
fuera nada serio, es todo lo serio que se puede ser un martes a las
1.34 de la madrugada y echándola de menos. Ofuscación o desorden
mental... a saber, pero aquí sigo.
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