¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

martes, 14 de agosto de 2012

El hombre de las enfermedades raras

Hace tiempo conocí a un tipo que presumía de haber padecido las enfermedades más raras conocidas. No era del todo cierto porque realmente no eran cosas graves, del estilo de tener tres ojos o cosas así, pero sí que resultaba curioso oírle contar cómo se había dormido gracias a la epidural mientras le extirpaban los restos de cola simiesca o qué vergüenza había sentido cuando, mediante cauterización y ante dos estudiantes de medicina en prácticas, le habían recortado la campanilla, que la tenía tan larga que a veces se le posaba encima de la lengua.

Tal vez haya quien quiera ver en estas líneas algún tipo de insinuación fálica. Lo niego totalmente y lo descarto plenamente, pero reconozco que mis palabras podrían llevar a equívoco. De hecho este hombre no estaba como para presumir, fálicamente hablando (esto lo sé por una antigua novia suya con la que intercambié confidencias y cerveza caliente una noche fría, aunque también me puede haber mentido, ojo, dicen que tendía a exagerar).

Lo que sí es absolutamente verdad es que el tipo contaba con cierta gracia sus padecimientos, sus continuas visitas a médicos durante una etapa de su vida y recitaba la lista de diagnósticos como si de la lista de los reyes godos se tratase. Está claro que la lista de los reyes godos no se la sabe ahora ni cristo, pero tiene su gracia como canon para enlistar, ¿o no?. Él lo contaba así:

Mi lista de taras:
Triglicéridos como si me hubiera comido una vaca entera de una tacada.
Colesterol malo como si en la fábrica de dupis hubiera barra libre.
Extrasistolia ventricular como la del guacamayo Pepe, que acabó muriendo de viejo.
Exceso de longitud en la úvula, que no ovula pero tiene músculos.
Quiste pilonidal que demuestra la veracidad de las tesis de Darwin frente al creacionismo.
Discromatopsia que consigue que todas las batas blancas que realizan los diagnósticos anteriores a veces parezcan grises.


Está claro que vengo mal de fábrica, sentenciaba. Y todo esto mientras se tomaba una cerveza que a cierta gente, para mosquearla, le decía que veía en tonos pastel. Nunca le vi comerse un pastel pero deduzco que pasaba de comer merengue azul porque lo veía blanco.

Asistí en una ocasión a una escena bastante curiosa. Fue durante la época en que nos tratamos bastante y solíamos compartir tardenoches y alguna que otra meriendacena. Por la mañana nunca quedamos, decía que le venía mal. En cualquier caso cogió bastante confianza conmigo y pude comprobar cómo le gustaba provocar, sin previo aviso, a gente de lo más variado. La escena que quería relatar fue como sigue: en una tarde de otoño, tomándonos unos vinos calientes en cierto bar con nombre de campo de olivos, se le ocurrió empezar a contarme en voz alta, muy alta, demasiado alta, cómo le habían extirpado la cola y desde entonces le había cambiado la voz. Estoy convencido de que él esperaba que el resto de parroquianos comenzásemos, cual película musical, un número de cante y baile bien sincronizado bajo el título de “Eunuco dime tú”, pero lo único que obtuvo fue la mirada entre curiosa y despectiva, también vidriosa, de nuestros compañeros de barra, quienes rápidamente volvieron sus vidriosas miradas a sus vidrios semivacíos. Sé que esta falta de respuesta musical por nuestra parte le defraudó. Nunca me lo comentó, pero yo sé que él, en ese tipo de casos, cuando adoptaba esa pose, siempre tenía la vana esperanza de que todo se resolviese como en una escena de cine.

En otro momento de nuestra relación hubo una noche en la que me susurró “No sabes lo mucho que quiero a la REINamorA”, con un aliento a gintonis que recorrió mi martillo, yunque y estribo como viento del norte y, durante un lapso de tiempo, cambió de ubicación mis sentidos (porque en un rato llegué a oír por la nariz y a oler por la boca). Yo en ese momento era muy aficionado a la copla y pensé que, debido a la borrachera, estaba recitándome una estrofa, interpretada libremente (muy libremente), de La Zarzamora, versión Lola Flores. A día de hoy sigo preguntándome si no sería una interpretación errónea por mi parte, ya que tiempo después caí en la cuenta de que el alias que utilizaba en sus andanzas por la red siempre era “Abderramán III”. O puede que se tratase simplemente de un juego de palabras, que también le gustaban. Creo que pensé que me recitaba una canción porque era algo que solía hacer. Estabas hablando con él y, de pronto, te soltaba una estrofa de una canción que tenía en la cabeza. Y pienso también que muchas veces se las inventaba, porque decía que eran de grupos que ni yo ni otros conocíamos, pero a mí me divertía, sobre todo cuando se lo hacía a gente que no le conocía.

Sus triglicéridos, su colesterol malo, su extrasistolia ventricular, su úvula cauterizada, su quiste pilonidal y su discromatopsia desaparecieron un día con él. Dicen que vive más allá de las montañas y que es feliz, o al menos sabe que será feliz. Incluso puede que tenga un blog.

2 comentarios:

  1. (carcajada, sonrisa y semblante triste).

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    1. Me han dicho por ahí que él sabe a ciencia cierta que será feliz.

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