¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Es éticamente reprochable robar besos?



Cansancio, creo que es la palabra de hoy. Llevo unas cuantas horas haciendo movidas varias, concentrado, tengo la espalda un poco jodida y el síndrome del túnel carpiano acechándome, pero contradictoriamente tengo ganas de escribir en el blog. Sin duda es una forma de comunicación que suple a otras que muchas veces no son factibles, independientemente de la voluntad de uno.

Confieso que muchas veces que me pongo delante de la hoja para escribir la entrada correspondiente, no sé de qué voy a hablar. Empiezo un poco como en escritura automática y generalmente lo último es el título, porque al no saber el contenido exactamente pues tampoco te vas a poner a encasillarte al principio, ¿no? Hoy hay varios temas sobre los que podría echar alguna parrafada, dicen que me gusta hablar/escribir, pero son todos temas coyunturales, nada excesivamente profundo ni de alcance, pero como que me siento con ganas de bucear un poco en algún tema serio. Temas serios me interesan cinco: una mujer, el trabajo, cine, música y literatura, los cuatro últimos no necesariamente por ese orden. Creo que todos están bastante presentes en este blog de alguna forma y por eso no descubro nada nuevo. También me interesa mucho la política, pero no de la misma manera que la entiende una gran mayoría de la gente, y además éste no es un blog para hablar de política, o al menos sólo cuando a mí me interese decir algo al respecto que no diga por otras vías.


He vuelto a ver Besos Robados, de Truffaut, una de mis películas preferidas desde hace años. Si alguien recuerda a Antoine Doinel, el niño de Los 400 golpes, en este caso se trata de la continuación de su vida. Hubo un mediometraje entre una y otra que explica algunas cuestiones del inicio de Besos Robados y que no quiero desvelar. Si hablamos de la nouvelle vague yo por ahora soy más de Truffaut que de Godard, o de otros, aunque está abierto a debate y se me puede convencer de que cambie de opinión. Pero claro, para eso tengo que ver muchas pelis todavía, y alguien me tendrá que aconsejar.

A ver niño, ¿quieres más a papá...

... o a mamá?


Entre otras cosas, fue un reencuentro simpático el que tuve con Besos Robados (Baisers Volés me gusta más, suena como a grupo de música étnica de sabe dios dónde: Besévolé, y mira que me rechina lo étnico...) porque me sirvió para darme cuenta de que, sin notarlo hasta ahora, he copiado cosas del amigo Doinel/Leaud. No, si ya me parecía a mí que ciertos gestos venían de alguna parte y no era de la familia, pero al verle acariciar a Christine me he sentido tan identificado que me ha dado casi un poco de grima, no pa mal pero sí del estilo “hostia tío, cómo puedes ser tan evidente, copiando una peli francesa...”. Juro que nunca me había dado cuenta, tal vez sea que en esas caricias vi el canon de la caricia, por decirlo así, y mi inconsciente decidió trabajar en esa línea y ahora me sale así. Vayaustéasaber, tenemos la mente tan así que todo es posible.

Él intenso, ella no se sabe muy bien

Porque acariciar bien es importante, creo yo. Transmite cosas que no se dicen o que si se dicen en ciertos momentos puedes correr el riesgo de parecer tarao. Concluyo, pues, que Doinel y yo acariciamos igual y, por tanto, bien. ¿Conclusión forzada? Pues igual sí, pero como que me la suda un puquitín. En todo caso, cuando uno ve una película varias veces está claro que acaba fijándose en detalles que anteriormente habían quedado ocultos. Me parece que es porque en la primera ocasión lo que haces es fijarte en el argumento, y como mucho en la música, por aquello de si acompaña bien o no a las imágenes. Pero a partir de ahí se abre un nuevo mundo muy interesante. En el tercer visionado ya te puedes dar cuenta de lo bonito que sale París cuando lo filman bien, en el porqué de la gestualidad de los actores y actrices, o en la manía que tienen los franceses por tomar siempre queso de postre en las comidas, lo cual no está mal porque un lácteo siempre va bien, sea queso o yogur, pero como que también hay otras posibilidades, como la fruta ésa que a veces no dejan meter por la frontera al sufrido transportista hispano, continuador en la cadena económica del aún más sufrido agricultor de nuestros campos, como la duquesa de alba, ¿no?

Chantal, fille, sonríe más que das mejor en pantalla, le decían

En todo caso, hay dos elementos en los que recomiendo fijarse a cualquiera que vea pelis de Truffaut. Normalmente los gestos, o el comportamiento, de los personajes no reflejan lo que un espectador de nuestros tiempos espera que estén sintiendo. Me explico, hay momentos en Besos Robados en que Christine, queriendo mostrarse distante con Antoine, en su comportamiento demuestra precisamente lo contrario. Le pasa lo mismo a Madeleine (Chantal Goya) en Masculin-Féminin, de Godard, yo creo que lo hablaban entre ellos, aunque sospecho que en este último caso no es buscado, sino que es que la mujer es mala actriz y no sabe poner otro gesto, diga lo que diga. Como luego se dedicó a la canción infantil, pues tampoco pasa nada. Igual todo lo que digo es una chorrada, pero es la nosécuántas vez que la veo y ya me fijo en este tipo de cuestiones sin importancia.


De la Pepsi Generation...


... al conejo terrorista.

Lo otro en que recomiendo fijarse es en cómo le gusta al cabroncete de Truffaut usar la moviola. Son escenas concretas pero aparecen en casi todas sus pelis. Generalmente acelera la imagen o la pone marcha atrás. No tengo ni puta idea de por qué lo hace, no me preocupa excesivamente saberlo tampoco, seguramente sería para que algún gilipollas de la Cinemathèque le criticase luego en el bar de Gaston (pronúnciese con acento en la “o” y sólo sugiriendo la “n”, que vendría a ser el Chuchi gabachois) tomándose unos oportos y fumando Gauloises sin filtro. Comparto plenamente la teoría que dice que algunas de las cuestiones “técnicas” que más páginas y debates han generado en la crítica cinematográfica se deben a ganas de cachondeo de los directores. Vamos, por tocar un poco los cojones.

Casi al final hay una escena que me encanta. Dos personajes desayunan, están enamorados y hablan de cómo no romper los biscotes al untar la mantequilla. Suficiente, total y absoluto, para qué más. Yo podría desayunar siempre así.

Hay otra escena, también al final, fascinante, que además no recordaba, pero ésta la guardo para una broma privada con ella, la del segundo párrafo. Lo comprenderéis.

Ya seguiré hablando de estas cosas, ahora es que me acaba de apetecer ir a ver Domicilio Conyugal. Si es que soy más influenciable que la hostia, pero además por mí mismo, que ya es el colmo. A veces me siento como si me hiciera cosquillas yo solo cuando me pasan estas cosas...

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