¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Hubiera dado un paseo pero en su lugar escribo esto


Últimamente soy muy de comercio de proximidad. No es que haya sido algo buscado, pero resulta que, concretamente, tengo muy buena relación con el sector hostelero abulense y, más concretamente, con algunos de los responsables de los bares de esta bendita ciudad. Sería largo de contar el viejo debate entre el pequeño comercio y la gran superficie y el carácter antimonopolista de nuestros amigos los tenderos, así que lo dejo para otro día y ahora me centro en otras cosas que me parecen más interesantes. Por si no se notaba en la entrada anterior, estoy un poco sensible y no me apetece hablar de cosas sesudas, sino más bien de anécdotas o de cosillas un poco así.

Esta tarde no estaba yo para muchas gaitas y necesitaba distraerme como el comer. Son cosas que no cuento por aquí pero que están y que hacen que a veces se me venga la casa encima y que necesite cambiar un poco el escenario. Tenía un plan que me entusiasmaba a medias, pero por diferentes malentendidos el plan se ha ido al carajo y he tenido que buscarme la vida, así que he decidido pasarme por un bar que hay en la zona norte, al que no había ido nunca, sobre el que me habían hablado hace tiempo y donde, agradablemente, puedes oír a Franz Ferdinand mientras tratas de descubrir si los instrumentos clavados a la pared son auténticos o son réplicas. Una pareja simpática la que gestiona el local, preocupados por si como bocatín o no con mis majaus, no sea que pase hambre el chaval o le siente mal tomar cerveza sin comer. Hay que agradecerles que tampoco es que tengan la puta manía de parecerles mal que no les aceptes un pincho, que parece que es la moda de aquí. Uno no siempre que bebe quiere comer, eso hay pocos que lo entienden en Ávila, por eso soy muy fan de todo atendedor de barra que no me ofrezca alguna delicatessen cuando pido mi cerveza. Que me dejen mis olivas que cuando quiera algo más elaborao ya me buscaré la vida.

Cambiando de escenario he vuelto a mi barrio y he visitado a otros que me caen bastante bien y siempre me llaman “mi niño”, y donde generalmente hay Chuchis, porras y cafés con leche, pero también choricillo frito, unas albóndigas del copón y unas costillas sabrosonas que hacen que mancharse las manos de grasa sea un gusto. A esas horas sí quería pincho. Antes de que acabe el curso elaboraré un listado con los nombres y forma de acceso de todos los establecimientos hosteleros que merecen visita cuando se está aquí, pero hoy no porque quiero garantizar mi anonimato y me da miedo pensar que algún lector/a de este blog pueda haber estado en el mismo sitio que yo y me reconozca por mis p....

Bien, en todo caso he estado de palique un rato y me ha servido para esa distracción que necesitaba casi desesperadamente hoy. Luego he hablado con un amigo por teléfono un rato largo, hemos planificado hacer algo juntos en el futuro y aquí me encuentro, pensando en una entrada futura en la que estoy dispuesto a decir por qué me gustan gente como Bambino o Raphael, por qué es posible mezclarlos con el Señor Chinarro y los amiguetes de Flow, o por qué motivo el tango es posiblemente la música más sublime jamás creada. Recuerdo ahora que había quedado en hablar de tango hace ya bastante tiempo. No sé si ahora ni nunca será el momento de hablar en serio de tango, dado que ni soy experto ni me las tiro de ello, pero sí es verdad que es uno de los géneros en los que casi todo lo que he oído me ha gustado mucho, incluso lo más moderno.

El tango es la música de la nostalgia. Una gran mayoría de los tangos van sobre el barrio perdido, los amigos perdidos, pintan recuerdos de juventud e infancia, de amores perdidos o de la vida que pudo ser y no fue porque no se pudo. No hay ni un solo tango que sea alegre, pero aún así es una de las músicas más interpretadas y apreciadas del mundo, y creo que es por dos razones: una, el ritmo, que es el 2/4 y que pega mucho en general a todo el mundo, y dos, que conecta de manera excepcional con los momentos más jodidos de la gente, lo cual es siempre de apreciar aunque no queramos admitirlo. Y luego está el baile, que tiene ese rollo atractivo que han jodido ésos que se dedican a dar clases de bailes de salón y lo mismo te enseñan tango de mierda europeo que chachachá, y que hacen pensar a la gente que podría estar en una milonga y ser medio decente. No, porque lo primero que hay que hacer para bailar bien tango es sentirlo, entender al menos una parte, haber estado jodido alguna vez en serio. Así el compás se nota más, los pasos se dan con mayor fluidez y se puede agarrar a la pareja, siempre distinta en las milongas de verdad, sabiendo que te va a seguir las indicaciones. Escribiendo esto me he acordado de esta pareja, a la que tuve la oportunidad de ver en directo y conocer y a los que agradezco enormemente que existan, que hagan que todo parezca fácil, y porque me alegran, qué carajo. Es tango nuevo, que no me maten los puristas. 




No sé si esto tiene sentido leyéndolo desde fuera, si hay hilo o simplemente estoy poniendo lo que se me viene a la cabeza, pero me da bastante igual. Esta noche es para mis jartadas, dichas como sea. Tal vez otro día hable sobre confianza, amor, compromiso y demás, pero ahora no toca. Eso es para otras conversaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario