Día de huelga y mucho
esquirol suelto, pero al final a la manifestación va gente y parece
que es un éxito. Supongo que todos los compañeros y compañeras que
hoy han decidido trabajar, sobre todo los interinos errantes o no tan
errantes, tendrán claro que el curso que viene todo les va a ir de
puta madre. Ellos sabrán, pero aquí no sólo corren listas en un
sentido.
En fin, ahora no tengo
ganas de echar bilis y me apetece hablar de cosas algo más mundanas.
Como después de la mani, salvo que sea Huelga General, te sueles
tomar una caña, le estuve dando vueltas al asunto de con quién me
iría yo de pedo antológico, asunto sobre el que hace tiempo prometí
hablar. Reconozco que ya una vez me puse a escribir sobre ello, pero
resultaba un poco artificial, realmente no estaban quienes tenían
que estar y por eso no lo colgué. Hoy empiezo de cero y seguramente
mañana pensaré otra cosa, pero eso es lo bonito de las chorradas,
que nadie te exige coherencia.
En principio serían
cuatro las personas con las que, tal vez por separado, para no
liarla, me pasaría una noche de ésas memorables. Pero realmente
sólo voy a hablar de tres, porque la primera es alguien que está
por aquí y no os la voy a describir, pero merece la pena para irse
de pedo y también para ver pelis, entre otras muchas, muchísimas cosas.
Bien, que hoy no interesa
hablar de my heart, sino de tres personajes dignos de apoyarse
en la barra del bar de Chuchi con este interino errante y soltar
babayadas sin fin, contar historietas estúpidas y abrazarnos
en plan amigos de toda la vida para luego quedarnos con un vago
recuerdo. Vamos, una noche canalla de ésas que dicen los
poetas modernos que me dan tanta grima.
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Michi, te extrañamos |
Así, a bocajarro:
Sánchez-Dragó, Coque Malla y Michi Panero. Es una pena que Michi ya
no esté entre nosotros, pero algunas veces que he salido solo y he
acabado hablando también solo en una barra o volviendo pa casa,
reconozco que una parte importante de las conversaciones imaginarias
eran con él. Era un tío guay, una pena no habernos conocido de
verdad. Ya que estoy, sigo con Michi, que está claro que es el que
mejor me cae de los Panero.
No es que Leopoldo no tenga su interés,
pero sería imposible tener una conversación mínimamente razonable
con él, y para volverme loco ya me basto y me sobro yo, aunque me
gustaría pedirle que me contara otra vez la historia del “conejito
blanco” que explica en el desencanto. Soy más de Michi porque yo
creo que era el más razonable de los tres, a pesar de tener también
sus cositas, en definitiva, el más soportable, porque con los otros
dos estoy seguro que no aguantaría más de una hora. Entiendo que
Michi sería capaz de contarme, sin tantos aspavientos ni
circunloquios, cuál era la verdadera relación entre su padre y Luis
Rosales, que siempre me ha intrigado porque en aquella época no se
llevaban las flores ni las camisas de lunares, y menos entre
personajes tan queridos por el régimen como esos poetas insignes que
cantaban a las encinas solitarias o a la nieve que unifica al mundo.
Le pediría que se cuidara un poco más la salud y que no trasnochara
tanto, pero resultaría un poco irónico. Qué buen tipo el Michi y
qué mala suerte tuvo. Beberíamos carajillos de whisky toda la
noche.
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San Miguel como yo pero ¿este hombre se depila? |
Coque Malla es otra
historia. Debo reconocer que yo supe de la existencia de Cuenca no en
geografía de EGB, sino por su insistencia en irse para allá cada
vez que en “Todo es mentira” en tenía algún problema con
Penélope Cruz.
Bueno, el tema es que me gustan Los Ronaldos y me
gustan los personajes que interpreta en las películas, que
siempre pensé que son un poco él mismo, sin mucha actuación,
porque en el fondo siempre hace igual, lo que algunos dicen que es
tener gran personalidad y yo suelo creer que es ser mal actor.
Conozco más malos actores pero con ellos no es divertido tomarse
copas. A Coque le pediría que me explicase si en “No puedo vivir
sin ti” lo que está diciendo en el fondo es pa bien o es pa mal,
porque una cosa es no poder vivir sin ti en plan estar enganchao como
a la droga y otra muy distinta no poder vivir sin ti en plan
voluntario y consciente.
Realmente no me importa mucho la respuesta, porque las dos me parecen bien, pa qué voy a mentir, tienen el mismo efecto práctico, pero estaría bien saberlo para luego hablar de qué será de Jordi Mollá, al que igual hay que hacerle una serie como a Jorge Sanz.
Realmente no me importa mucho la respuesta, porque las dos me parecen bien, pa qué voy a mentir, tienen el mismo efecto práctico, pero estaría bien saberlo para luego hablar de qué será de Jordi Mollá, al que igual hay que hacerle una serie como a Jorge Sanz.
Beberíamos cañas de barril hasta que le diera por
invitarme a un moscatel bueno, que pa eso es artista y tiene pasta.
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La arruga es ¿bella? |
Y sí, por último está
Dragó. No tengo ningún problema en reconocer que es un tipo que me
cae como la mierda cada vez que abre la boca para hacer algo que no
sea presentar “Negro sobre blanco”, pero una borrachera con él
tiene que ser bru-tal, sobre todo si eres como yo un poco jarto y
tienes grabadas partes de sus entrevistas a determinados personajes.
Dragón, como yo prefiero llamarlo, es un fenómeno contando su vida,
sus historietas místicas, sus relaciones con las sustancias y luego
su magia a la hora de escribir 100 libros en dos días (en la
cantidad de libros y de días exagero, pero creo que él y César
Vidal están más o menos a la par, aunque a éste último seguro que
la palabra “negro” le da mal rollo). En fin, que Dragón tiene
mucho que contar y en el fondo lo que haríamos en el bar es
entrevistarnos mutuamente, y yo le contaría alguna de ésas
conversaciones raras que he tenido y de las que hablaba el otro día,
le ofrecería hacer un libro conjunto, escrito por un tercero, de
epigramas inspirado en la poesía bucólica coreana pero sin pasarnos
de listos, sólo para ir a presentarlo al Círculo de Bellas Artes de
Madrid y que yo luego pueda ir a mi pueblo a contarles a los paisanos
del bar que salí en la tele borracho con un señor que, sí amigos,
vive en Soria y tiene una novia japonesa que nadie sabe cómo es
capaz de aguantarlo. Todo sería con cariño, al día siguiente se
nos olvidaría lo de los epigramas y me negaría el saludo si me
viera por ahí. Y claro, yo también se lo negaría, porque pa puta
puta, la tacones. Ah, y habríamos bebido sake si lo hubiera en el
bar, pero acabaríamos seguramente tomando té de hierbas con gotas
de veneno, que le pega más.
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