¿Te ha tocado dar vueltas por ahí como una peonza? ¿Tienes más especialidades acreditadas de las que puedes recordar? ¿Conoces pueblos y ciudades de CyL? ¿Tu coche tiene más de 150.000 kilómetros? ¿Te jode que echen sal en las carreteras cuando no nieva ni va a nevar? ¿Tiras con media jornada y te han puesto un horario de mierda? Pues a lo mejor te interesa leer esto. Bueno, o no, pero da igual, yo lo pongo de todas formas.

lunes, 4 de junio de 2012

Nota o σιμβολον


Vengo de un examen y un poco quemao por el altísimo grado de infantilismo que se puede uno encontrar en determinados chavales. Yo no sé en qué punto la cosa se torció tanto, pero que te encuentres con gente que te abrasa a preguntas simplemente con la intención de que les digas si lo que han puesto está bien o mal es muy de encenderse y entran ganas de mandarlos al carajo. Tengo claro que el próximo curso hay algunas tonterías que se van a acabar y que no puede ser que haya determinada gente en el bachillerato que piensa que todavía sigue en la ESO. En otros tiempo pensaba que ese tipo de pijadas se quitaban al llegar a la universidad, con una buena hostia en el primer o segundo examen y hala, a darse cuenta de que no todo son algodones en esta puta vida, pero resulta que me dicen que ahora la universidad también es un poco cachondeo y que también les hacen controlillos, trabajitos y mierdas por el estilo de ésas que implantó el plan con nombre de salsa para espaguetis. De todos modos no es culpa sólo de los chavales, nosotros también tenemos nuestra responsabilidad y, como digo, no sé en qué punto la cosa se empezó a torcer para que lo que antes se daba por sentado ahora haya que argumentarlo treinta veces. Es posible que ésta haya sido una tónica constante entre el profesorado a lo largo de los tiempos, diciendo que los alumnos están fatal, pero las pruebas están ahí para mayor escarnio de pedagogos, psicopedagogos y demás ralea por el estilo.

Desde que abrieron la posibilidad de elección de centro esto se ha convertido en una competición para ver quién se atrae a más alumnos y resulta que la única manera de lograrlo es dando una imagen de alto índice de aprobados, que se consigue no mediante la elevación del nivel formativo, sino mediante cierta presión sobre el profesorado para que levante la mano en la exigencia o en lo que en definitiva importa, que es en las notas. Algo similar pasa con los ciclos, donde la necesidad de asegurar matrícula hace que se pida flexibilidad para que no se extienda la sensación de que tal o cual ciclo es muy difícil, lo que conllevaría una hipotética caída de matrícula y la posible cancelación de la impartición del ciclo; un puñetero círculo vicioso que la administración no evita, sino que fomenta en nombre de una supuesta libertad de las familias que no tiene sentido en un sistema que, teóricamente, se basa en que el profesorado está ahí por mérito y capacidad y, por lo tanto, las diferencias entre centros deberían ser mínimas. Pero claro, si lo que buscas es precisamente que la escuela pública se vaya poco a poco convirtiendo en un guetto y en un cachondeo, pues entonces lo estás haciendo bien, desmontando poco a poco todos los mecanismos que garantizaban que hubiese las mismas condiciones para todos y que, al menos, todo el mundo pudiese entender lo que lee, cosa que hoy no pasa y que es la demostración de que al poder le interesan fundamentalmente borregos que no entiendan nada y sólo respondan ante el ejercicio más brutal de la autoridad. Y es que esa es otra: estamos creando una juventud que sólo tiene respeto por la violencia, por la dureza y la represión. Es como si hubiera triunfado la versión más rancia y deplorable del anarquismo individualista, que siempre desemboca en fascismo; sí, lo digo así de claro, lo que tenemos en las aulas muchas veces son pequeños fascistas en potencia, auténticos ignorantes cuyo mayor deseo es ser policías o militares, sin la más mínima capacidad crítica y absolutamente mediatizados por la cultura dominante que pregona el consumismo, el hedonismo mal entendido y el respeto únicamente a valores individualistas, sin un ápice de preocupación por lo colectivo. Basta con hacer una prueba para ver que esto que digo no es ninguna tontería: compárese el comportamiento de los sujetos de un aula tipo de la ESO con los personajes que pululan los programas tipo Gran Hermano, especialmente el comportamiento relativo al acatamiento de órdenes y asunción de la represión y la humillación pública; el resultado que se obtendrá, incluso usando un grupo control, es que uno puede desgañitarse para pedir silencio mientras se explica algo en un aula, o tener que enfrentarse a un juicio sumarísimo ante el equipo directivo, el AMPA y el inspector de turno por haber puesto pingando en público a un chaval que es un auténtico hijoputa, para luego ver cómo ese mismo chaval asume como natural y sin reproches que le insulten o le humillen con tal de salir en la tele y “vivir una experiencia”, o que entiende que una forma digna de ganarse la vida es follándose a una subnormal que sale por la tele y luego contándolo a quien le quiera oír, eso sí, previo pago. Y sí, es cierto que no hay muchas expectativas hoy para la juventud con el paro que tenemos, pero eso en otro tiempo hubiera provocado que surgiese una generación luchadora, y no la mayoría de anestesiados mentales que tenemos pululando por ahí.

En fin, se me puede decir que esto ha pasado siempre y que no descubro nada nuevo, que estoy cayendo en el tópico del profesor quemado que raja de sus alumnos, pero no es cierto porque soy capaz de reconocer que, al mismo tiempo que auténticos zopencos, hay gente muy pero que muy maja que sí que merece la pena que te desgañites por ellos y ellas. No soy tan gilipollas como para no reconocerlo y no estoy de pronto, así que no se me eche encima nadie porque también tengo cosas muy buenas que decir de muchos chavales que en el fondo lo que tienen que padecer en el instituto es lo mismo que los demás padecemos en otras esferas de nuestra vida: que hay mucho gilipollas suelto y que muchas veces no queda más remedio que aguantarse y tratar de tirar uno como pueda, hasta entrar en una nueva etapa en la que te puedas librar de esos y esas gilipollas, de la manera que sea. Si no fuera porque siempre hay gente que merece la pena estoy convencido que muchos y muchas no estaríamos en esto, porque realmente hay que estar en el pellejo del profesorado para entender que las vacaciones, los horarios mejores o peores y los sueldos más o menos dignos no compensan la mayoría de las estupideces y situaciones absurdas que tenemos que aguantar, y esto no se ve desde un despacho ni analizando estadísticas de notas.

Termino volviendo al asunto de las notas, porque tiene telita. ¿No hay nadie que haya teorizado el “fetichismo de la nota”? Y no me refiero a que las notas no sirvan, a que no haya que evaluar y clasificar los resultados, ni mucho menos, sino a que, como en otros muchos ámbitos de hoy, lo esencial es el símbolo y no el contenido. Me explico, lo que se valora es el número en sí, el símbolo, no lo que supuestamente debe estar detrás del símbolo, no su vinculación con la realidad. Hoy sacar un 9 no es necesariamente explicativo de que se sea un alumno “de 9”, sino que se es un alumno que maneja ciertos mecanismos que hacen que el profesor le ponga un 9, aún a pesar de que es consciente de que ese 9 no es ni mucho menos el paso previo a la perfección, que sería el 10. Claro, nos hemos metido en tantos rollos burocráticos y papeleos que ahora lo que importa no es que se entiendan y manejen conceptos, que se sepan aplicar a la realidad o que se dominen de tal manera que se les pueda aplicar un sentido crítico, sino que PAREZCA que se entienden, manejan, aplican y critican en un momento muy determinado, sin importar nada que al minuto 3 de la salida del examen se hayan olvidado. Y sí, aquí todos nos sometemos al juego del fetichismo porque lo tenemos más que jodido si queremos hacer otra cosa: por ponerlo visual, todos fingimos que el asunto va bien aunque sabemos claramente que es un camelo, un poco como la prostitución, donde el o la profesional hace como que disfruta y el o la cliente/a hace como que se lo follan por guapo/a. Allá cada cual si se lo quiere creer, pero luego no vale enamorarse del o la profesional, igual que no vale creerse muy listo por haber vomitado no sé cuántas páginas en un examen seguramente puesto sin mucha convicción. Pero bueno, desde que se implantó la esclavitud asalariada todos somos un poco putas, nos alquilamos por dinero lo queramos o no, así que el ejemplo, a riesgo de equivocarme por falta de experiencia directa en el sector de servicios sexuales, no creo que sea tan descabellado, máxime cuando has comido el menú del día en muchos bares de carretera y tienes la antena puesta todo el rato a las conversaciones de los vecinos. En fin, que el símbolo domina nuestros tiempos e importa poco que detrás de él haya algo o no. Menudo descubrimiento, y no voy a entrar a debatir si la nota es símbolo o signo, que no doy pa tanto.

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