Hoy hace una mañana de
sol de ésas tan de Ávila, de las que hacen que al final tenga que
decir que me gusta estar por aquí. Cielo azul y sin nubes, un sol
que alegra, para mí suficiente.
Tengo que reconocer que,
aunque siempre he sido bastante de trasnochar, me encantan las
primeras horas del día, siempre y cuando no esté volviendo de
borracheira. No sé si suena contradictorio, pero es así. No me
gusta el amanecer, no demasiado, siempre que llega y estás para
verlo suele ser como el anuncio del final, no del principio de las
cosas: si estás con alguien suele ser el momento en que hay que
empezar a pensar en irse, si estás liándola por ahí, a mí al
menos me supone un bajón tremendo que me empiece a dar el sol, por
eso los amaneceres los dejo para las películas. En cambio cuando el
sol ya está un poco arriba, y es como hoy, me sentaría en un banco
y me pasaría con los ojos cerrados todo el rato en que las sombras
son todavía largas, cuando todavía está fresco y el sol calienta
pero no quema.
Decía alguien que los
mejores momentos del día son ésos en los que las sombras son
largas, porque así es más fácil ver si te van a traicionar. Los
que somos de tierra de poco sol entendemos esto bastante bien, y yo
lo comparto plenamente. A mí no ve van ni las alboradas ni los
crepúsculos, sino más bien sus fases post y pre, respectivamente.
Caminar hasta el tuto en mañanas como hoy es un placer, anunciando
algo nuevo, como los españoles que cantaba Paco Ibáñez, el día
está lleno de posibilidades y todo puede acabar bien. Ha habido
veces en las que, incluso estando de vacaciones, me he levantado a
estas horas para poder darme una vuelta cerca del mar y sólo
respirar. Hay días en los que, tras una noche mala, como la de hoy,
de las que no sirven para descansar ni para divertirse, sino para
morir, una noche entre rejas de las que decía Carlos
Berlanga, agradezco infinito notar calor en la cara y fresco en los
brazos. Todo es más fácil así, todo puede ser y uno se anima. Creo
que lo que me gusta de estos momentos es la sensación de que las
posibilidades no estén cerradas, de que aún no está todo dicho,
que un nuevo comienzo, aunque sea de 24 horas, es suficiente para
entender que todo lo que te pasa se puede relativizar y, si la has
cagado, tratar de recomponerlo. Tal vez por eso me guste tanto
Atrapado en el tiempo.
El previo a la noche es
mi otro momento favorito del día, sobre todo cuando la noche no es
fin sino otro principio. El término “noche” está muy
prostuituido desde que pululan por ahí señores y señoras que se
dedican “a la noche”. Ésos son los que lo han jodido todo,
porque la noche no es sólo copas y follar. Entenderlo así es ser
gilipollas y candidato a mujereshombresyviceversa. Hablo por quienes
entendemos que la noche también es momento de paseo, de hablar, de
leer, de ver películas, de mirarse o de, simplemente, estar. Todo es
más intenso porque hay menos distracciones alrededor, porque la
atención se fija mejor, porque generalmente las circunstancias te
obligan a ponerte realmente frente a tus pensamientos. Sé que hay
mucha gente a la que no le gusta y creo que por eso, entre otras
cosas, toda la literatura y películas de terror prefieren la noche,
aparte de por la oscuridad y el silencio, porque en el fondo la noche
es un tiempo de cierta soledad en la que nos vemos mejor a nosotros
mismos y a nuestros terrores, y a veces es difícil de soportar. Hay
que tenerlos bien puestos para reconocer los miedos de uno, para
afrontarlos, sobre todo cuando no hay tiritas y tienes que comértelo
todo tú, verte en tus peores momentos y decidir tirar palante. Para
eso sirve la noche, si estás en condiciones, claro.
Hoy va a ser un día
largo.
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