Este fin de semana he
tenido visita. Han venido unos amigos a hacerme un poco de compañía
y la verdad es que nos hemos divertido, y a mí me ha venido muy bien
tenerlos cerca y hablar de Maradona, por ejemplo, para no darle
excesivas vueltas a la cabeza sobre algunos temas que me preocupan.
Como los dánaos, me
trajeron regalos: vino y cerveza. Según el día pienso que los
regalos dicen mucho de quien los hace, otros días pienso que hablan
más bien de quien los recibe, porque en el fondo muchas veces se
regala lo que se piensa que le va a gustar al otro. Y hubo más
regalos, que en pequeñas cantidades hacen que la vida sea graciosa,
pero que en grandes cantidades hacen que te fiche TeleCinco. Entre
otras cosas hablamos de que Osbat al Ansar no tiene razón, es
imposible que España vuelva a ser un califato islámico: si nos
quitan el alcohol y el cerdo no somos nadie. Nos preguntamos también
si el choque de civilizaciones de Huntington tendrá que ver con cómo
se preparan las lentejas en cada sitio...
El resultado de la visita: dos noches durmiendo poco, dos días de llover y un raid de punta a punta para ver la murallita y la loca academia de policía (¡qué curiosidad genera al foráneo!, pienso. A mí también, al principio) y cosas de susto como ésta:
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El templo de la modernidad |
Llegamos a tener tiempo incluso de llevar a cabo un acto de confraternización cubano-italiano, de machacarnos el hígado y de hacer trabajar al estómago a marchas forzadas. Y como resultado adyacente, una tarde de domingo de siesta acompañada por el puto viento que, cuando azota, hace que parezca que mi casa se va a caer.
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Cubanero y Moretti, dos estilos, dos sabores, llevándose bien |
De lo que quiero hablar
en realidad es de la siesta; más bien, del tipo de sueño que he
tenido durante la siesta, porque ha sido un sueño de ésos de los
que te acuerdas, de los que además son bastante realistas y en los
que los cambios raros de escenario y personajes parecen hasta
creíbles. Un sueño muy ad hoc, o no. Inventado, o no.
Quiero pensar que Freud
no se haría millonario conmigo, pero seguro que se pasaba un buen
rato haciéndome el análisis de este sueñecito mío. Si yo pudiera
hacer millonario a Freud sería porque estoy como una teya, como
dicen en mi pueblo. Ni histerias ni actos fallidos, por ahora no
estoy en plan de inventarme reacciones alérgicas ni de decir
palabras que no son, pero los sueños liberan y a mí me ha venido
bien, soñarlo o escribirlo, qué más da.
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Te miro raro porque no sé muy bien de qué hablas, chaval |
El sueño fue como sigue,
va en tercera persona y en cursiva porque me pasa como en el cine,
tanto “yo,yo,yo” cansa:
Estaba él en la
ciudad y tenía a su perra con él. A la perra le habían cortado el
pelo y estaba con cara de mala hostia, mirando de reojo a todo el
mundo. Como llovía, se negaba a salir de paseo, así que estaban la
perra y él en plan dominguero, con la tele puesta y tragándose una
peli mala de sobremesa y un palito de ésos para los dientes, cada
uno a lo suyo con no mucho interés. Cuando por fin él logró que la
perra dejara de mirar atentamente a la peli mala de sobremesa, al
haber dejado de llover, salieron a dar una vuelta y, al final de la
calle, en un edificio que no existe pero que es un bloque de
viviendas como otro cualquiera, él se encontró con un amigo de la
adolescencia que venía a ayudar a otras amigas comunes en una
mudanza, pues se estaban trasladando a la ciudad. De pronto empezaron
a aparecer todos los miembros de la pandilla que él había tenido
años atrás y a los que hacía mucho que no veía, y que sabían por
rumores que él ya no compartía sus noches con nadie, por lo que le
hicieron una representación de ésas que incluyen gestos entre la
conmiseración y la comprensión, así como palmaditas en la espalda.
Rito, pensó él. En ese mismo momento, aparecía doblando la esquina
la persona que ya no compartía sus noches. Caras de susto por parte
de los otros, sorpresa, expresiones tipo “¿qué coño haces aquí?”
y cosas por el estilo. Cierto que ella iba bastante tranquila, como
si nada. Tenía la intención de dormir en casa de él y de pasar el
puente en la ciudad. Todo raro. Entonces él coge el coche y sube al
centro a comprar leche a un expendedor de leche que hay donde los
taxis. Raro de cojones. Se toma un café en un bar que no existe y al
salir, coge el móvil para mirar si ha llegado ya el correo que
espera recibir y se encuentra con la persona con la que sí quiere
compartir sus noches, y sus días, y va acompañada. Ella y su acompañante se
enfadan, se ponen a gritar y ella se acerca a nuestro hombre y le
coge la mano, diciéndole que le explique las cosas a su acompañante,
para terminar quedándose a este lado. Bajan juntos en coche hasta
casa y hay nuevos amigos, de Alicante, de León, en el salón. Por lo
visto están ahí también para ayudar en la mudanza de quienes no
conocen. Por supuesto se van a quedar a dormir en la casa. Entre
ellos se encuentra también la que ya no comparte sus noches. Él
presume que va a haber lío pero le da igual, está muy feliz. Aunque
sigue sin entender la razón por la que hayan aparecido tantas
personas en su casa de repente, piensa en el futuro y es feliz. Se
ríe, hablan ellos dos y los demás hacen como que no se enteran de
que están hablando y mirándose. Alguien hace un comentario
inadecuado sobre él y él echa a todo el mundo de su casa, con
gallardía y muy mala hostia, como cuando manda callar a los de la
ESO. Todo el mundo se va a buscar otro sitio para dormir, seguro que
hay alguna casa más para expoliar. No sería raro que algunos
compañeros de la facultad también estuviesen viviendo en la ciudad,
visto lo visto, piensa él. No le preocupa mucho. Están por fin los
dos solos y hablan y hablan, callan, se acarician y se duermen.
En ese momento desperté.
Me parece muy sugerente que el final de un sueño sea dormirse feliz.
Uno se despierta de buen humor y eso es fundamental en una siesta
porque, si no, jodes el día.
Y estos días tienen más
preocupaciones. Todo el mundo anda loco por los rumores acerca de qué
pasará el próximo curso con los cientos de interinos errantes que,
como el menda, dependemos de que a algún puto burócrata o algún
puto asesor de ésos que cobran 3.000 pavos al mes le parezca bien
que los chavales de la escuela pública tengan un profesor o
profesora en condiciones, y no estén una, dos o tres semanas
perdiendo horas de clase porque, supuestamente, hay que ahorrar. Yo
no soy muy de rumores, pero está claro que las cosas van a cambiar y
va a ser todo distinto. Ya no hay certezas a las que agarrarse, ya
nadie sabe nada ni se pueden hacer planes o pensar con un mínimo de
seguridad en qué nos va a pasar el próximo curso. Eso sí, mientras
se recortan las pelas para los institutos y colegios públicos, la
concertada sigue con la misma partida presupuestaria. ¿Por qué
carajo nos dejamos tomar el pelo de esta manera? En la mani de esta
mañana me ha sorprendido no ver a todos mis compañeros allí. Es
cierto que había unos cuantos, pero espero que el resto no hayan
pasado de ir por cogerse el puente y que mañana estén como putos
clavos en el tuto, porque si no los tacho y les pido que se pongan a
la cola para coger número para mi paredón particular. Intento no
pensar en ello pero me viene a la cabeza de rato en rato.
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De qué te reirás, mamonazo |
Prometí que escribiría
sobre las medidas éstas que nos quieren aplicar, pero será otro
día, cuando esté más encendido y menos resacoso. También otro día
puedo hablar de la interpretación de los sueños, daría para mucho
y sería entretenido. Creo que esta noche soñaré con acercarme a
Valladolid, ir a ver al consejero de educación y hacerle un
secuestro express. Esto no necesita mucha interpretación...
Como dice Vicentico, todo
es mentira y todo es verdad, por si alguien entiende que la última
frase es una incitación a la violencia. Pero bueno, yo no me voy.
Ale, me voy a tomar una
cerveza para pasar la resaca
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