Releyendo la entrada de
anoche me doy cuenta de que estaba un poco jodido. Las canciones
resultaron todas bastante chungas. Hoy estoy con otro ánimo y
escuchando a The Jon Spencer Blues Explosion. Me he acordado de hace
bastantes años cuando a mí me gustaba una tía que trabajaba de
camarera en un bar donde lo ponían bastante. Qué curioso cómo
funciona el cerebro y la memoria. Tenía prevista para uno de estos
días una entrada sobre las juntas de evaluación, como una forma de
reconducir esto hacia la idea original y no estar contando mis
intimidades, que seguramente no le interesan a nadie.
Por resumir, ayer acabó
mal pero hoy empezó bien, así que me he sentido bastante bien toda
la tarde. Incluso he bajado a comprar gominolas a la tienda de abajo,
y mira que hacía tiempo que no las compraba; la última vez que comí
las moneditas ésas duras me entró un sarpullido del copón, que
parecía que me había dado la varicela otra vez. Supongo que sería
reacción alérgica a las cáscaras de insecto con que están
hechas...
Hoy terminé de ver la
tercera temporada de Doctor en Alaska, una de las mejores series
emitidas jamás por televisión. Es la nosécuántas vez que la veo,
y sigue siendo genial. La tercera temporada termina con un capítulo
sobre cómo se creó Cicely, aparecen Roslyn y la propia Cicely,
Kafka y una monja predicadora, entre otros. En otras cosas son unos
auténticos cabrones, pero cuando los yankis se ponen a hacer series
de televisión, no se les puede superar. Otro día hablaré de otras,
hoy me apetece hablar de Joel Fleischman y demás. Y de lo que no voy
a hablar ni ahora ni nunca es de cómo las productoras españolas se
dedican a hacer bodrios que lo único que tienen de mérito es copiar
series americanas. Aquellos tiempos en que se emitía Curro Jiménez
están ya tan lejanos...
Un médico judío y
neurótico de Nueva York estancado cuatro años en un pueblo pequeño
de Alaska tenía que dar juego, pero es que si además lo juntas con
una serie de personajes delirantes, pues tienes un filón. La piloto
cuyos novios mueren en accidentes rarísimos (cómo te pudiste hacer
esa cirugía tan chunga O'Connell), que da el punto ése de la
tensión sexual no resuelta que aparece en todas las series, el
hostelero longevo y su novia ex-miss y casi menor de edad, el antiguo astronauta convertido en cacique y epítome del capitalismo salvaje,
la tendera amante del bingo en un pueblo donde no hay bingo, uno de
cuyos hijos se descarrió y acabó trabajando en un banco, el joven mestizo que quiere ser cineasta, el locutor de radio ex-presidiario y
plasta que en ciertas épocas del año emite una especie de feromonas
que hace que todas las mujeres se lo quieran follar, la recepcionista silenciosa que hace lo que le da la puta gana, y los geniales Adam y Eva, chef e hipocondríaca, respectivamente.
No hay capítulo que no
tenga alguna escena absolutamente imprescindible o alguna línea de
diálogo para enmarcar o aprenderse de memoria. Recuerdo un verano en
el que la echaban por la 2 todas las noches; ese verano no gasté
tanto dinero como en otros, precisamente porque siempre estaba en
casa para verla, era la época ésa en la que tenías que ver las
cosas a su hora, antes de que todos nos comprásemos discos duros
portátiles y empezásemos a descargar como locos cosas del emule y
similares (¿esto se puede decir?).
Pues este interino
errante no es el Doctor en Alaska pero hay veces en las que pienso
que me va a tocar currar un año en algún sitio perdido de la mano
de dios y con unos vecinos tan entrañables, aunque reconozco que es
un poco fantasía porque aquí nos falta, y más en los pueblos
pequeños, el rollo de no ser ninguno del sitio, de venir de
diferentes puntos y montarnos la vida en un sitio nuevo. Además, yo
creo que no hay institutos en los pueblos del tamaño de Cicely que
te puedas encontrar en las 9 provincias. Hombre, a lo mejor si fuera
maestro sí tendría la posibilidad, pero es un poco tarde para eso.
Me resulta estimulante
esa mezcla que expresan casi todos los personajes de la serie en
cuanto que hablan bastante abiertamente sobre sus sensaciones y sus
preocupaciones, incluso sobre sus sentimientos, pero a la vez lo
combinan con ese individualismo tan pretendidamente yanki como de “no
te metas en mi vida”.
En fin, son muchas las
cosas interesantes, que los de Doctor Mateo quisieron copiar de mala manera y les
acabó saliendo el tiro por la culata. Otro día más, igual hasta me
pongo a echar bilis.
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